“Enamorarse es un presagio gratis/ una ventana abierta al árbol
nuevo/ una proeza de los sentimientos/ una bonanza casi insoportable/ y un
ejercicio contra el infortunio” (…) (Benedetti).
Ésta es una de las muchas versiones poéticas que existen sobre el enamoramiento,
la otra, la más prosaica nos dice que es un estado de “locura temporal”, y
seguramente debe ser cierto, porque sólo así se entiende que haya mujeres que
mantengan relaciones tortuosas y conflictivas con hombres que
las maltratan y humillan hasta niveles inconcebibles, hombres
a los que después perdonan con la excusa de que son amadas por su verdugo y que
los celos y las agresiones sólo son una
muestra de ese amor y siempre con la secreta esperanza de que algún día
cambiarán.
Los noviazgos violentos son una constante en pleno siglo XXI y eso que hay quien afirma que las mujeres son diferentes en esta época, que ya no aguantan nada y que a la primera de cambio dejan al novio o al esposo si no está a la altura. Sin embargo, las cosas no son así de fáciles.
Me contaba una amiga la historia de mala suerte que
tenía su hija con los hombres, ya que siempre elegía mal y se enamoraba
del hombre equivocado y todos habían resultado ser unos auténticos patanes. No
acababa de salir de un noviazgo tormentoso, cuando entraba en otro
peor. Repetía una y otra vez el mismo patrón.
Esa conducta repetitiva pone de manifiesto una
dependencia emocional ocasionada carencias afectivas de la infancia y
una gran necesidad de aceptación, que provoca además actitudes de sumisión y
cambio de personalidad para agradar al otro.
Siempre en busca de otra oportunidad para que todo vaya
mejor, esperando que el otro cambie, mientras que se va desarrollando
una dependencia y necesidad del otro, casi enfermiza, además de un miedo tremendo a la
soledad:
“Sin ti no soy nada/ sin
ti niña mala/ sin ti niña triste” (Amaral)
”No es que te
quiera prohibir cuando tienes que salir/ no te quiero limitar cuando vas a
algún lugar/ tienes que entender amor, quiero darte lo mejor/ pero cuando te me
vas me dejas en soledad/ y no me pidas que no sufra que no soy nada sin tu
ayuda” (Mickey Taveras)
Según Sandra Barilari, el ciclo de la violencia siempre
tiene las mismas fases:
1. Etapa de acumulación de tensión, que se manifiesta por insultos, reproches, escenas de celos y control, silencios prolongados, burlas, malestar constante y en aumento.
2. Etapa del estallido de violencia, con todo tipo de agresiones físicas,
golpes, rotura de objetos y amenazas.
3. Etapa del arrepentimiento, con expresiones de perdón, promesas
de cambio, interés sexual, regalos y una aparente “tranquilidad”.
Este ciclo es fácil de identificar y todas las víctimas lo conocen muy
bien.
Las mujeres tienen que entender que el problema de violencia proviene de
la historia familiar de su pareja y que no tiene nada que ver con lo que ellas
hagan o digan. Son conductas perniciosas que no aportan nada a
la relación y que no son compatibles con el amor.
(…) “desenamorarse/
es ver el cuerpo como es/ y no como la otra mirada lo inventaba/ es regresar
más pobre al viejo enigma/ y dar con la tristeza en el espejo” Benedetti.
Lo cierto es que cuando existe amor verdadero, siempre se buscará el bien de la otra persona y se le aceptará y respetará tal cual es.
“Si te quiero es
porque sos/ mi amor mi cómplice y todo/ y en la calle codo a codo/ somos mucho
más que dos” (Benedetti).
Una relación dañina debe cortarse de tajo, no se
puede estar justificando la violencia eternamente, hay que alejarse de esa
persona y solicitar ayuda.
Según la ONU, en México ocho de cada 10 jóvenes percibe que existe
violencia en el hogar y que siete de cada 10 mujeres entre 12 y 24 años han
padecido algún tipo de violencia en su noviazgo.
Estas cifras son alarmantes y la sociedad no puede permanecer ajena a las mismas. Urge poner en marcha mecanismos de colaboración entre todos los sectores para que la violencia sea erradicada de las familias, de los medios y de los espacios educativos.
Es muy duro darse cuenta de que estos jóvenes, que someten a
sus novias a maltratos físicos o psicológicos, son los hijos de mujeres
maltratadas en el pasado y que no hacen sino repetir el mismo esquema con sus
parejas. Es duro porque en ellos estaba depositada la esperanza de que se había
realizado un cambio cultural en las relaciones de pareja y ya vemos que no es
así y que aún hay mucho que trabajar al respecto.
“No sabrás todo lo
que valgo hasta que no pueda ser junto a ti todo lo que soy”. Gregorio
Marañón. Petra Llamas
Twitter: @PetraLlamas
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Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 24 de febrero del 2012.
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