”. Mi
madre me da la vida,
mi padre me da el sustento,
y el maestro de la escuela,
cultiva mi entendimiento
Publio A. Cordero
El 5 de octubre se
celebra “El Día Mundial de los Docentes”, al igual que el
aniversario de la “Recomendación
Relativa a la Condición del Personal Docente”, que la UNESCO y la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) suscribieron conjuntamente en
1966.
Según Irina Bokova, ex Directora General de la UNESCO:
Según Irina Bokova, ex Directora General de la UNESCO:
“Los educadores… determinan, en última
instancia, nuestra capacidad colectiva de innovar, inventar y encontrar
soluciones para el futuro. Nada reemplazará a un buen maestro. No hay
nada más importante que darles nuestro apoyo.”
Todos coincidimos en que los buenos maestros merecen y deben ser festejados. Todos tenemos en nuestra
memoria el recuerdo de algún buen maestro y estoy segura que si alguien
preguntara por sus cualidades tal vez no podríamos enunciarlas,
pero sabemos con certeza que fue
bueno, porque aprendimos, porque lo respetábamos y admirábamos y
porque de mayores queríamos ser como él.
El maestro no sólo forma
académica, física y emocionalmente a sus alumnos,
sino que finalmente acabará siendo un buen
ejemplo a seguir.
La figura del buen maestro
siempre ha inspirado palabras sublimes
e idealistas, pero en esas apologías se le atribuyen dotes
casi divinas. Al mismo tiempo, se le exigen cualidades de
súper hombre para poder ejercer su magisterio, cosa que no ocurre
con otras profesiones Por si fuera
poco, existen multitud de decálogos que enuncian las virtudes, muchas de ellas inalcanzables, que
todo buen maestro debe poseer.
Si creen que exagero, sólo hay que leer el listado de dichas cualidades que se enumeran en los perfiles de maestros de la mayoría
de las instituciones educativas,
que nunca van aparejadas a un reconocimiento
social y económico, acorde a todas esas cualidades, aptitudes y obligaciones que se le exigen.
Pero el maestro, siendo el
elemento más importante de la educación, no es perfecto ni posee todas las cualidades que se
enuncian en poemas, canciones
o perfiles profesionales. Tiene, eso sí, algunos aspectos que son el denominador común de los que eligen
esta profesión:
·
La vocación
·
El espíritu de servicio y
·
El amor a los niños.
Reconozco también que algunos inician
en estas andaduras, careciendo de
los mismos, pero si son buenos maestros,
no tardarán en descubrirlos y en enamorarse
de la docencia.
Un maestro no es un trabajador
de la educación, un técnico pedagógico o un simple funcionario, es mucho más que eso, es la persona en la cual depositamos la
enorme responsabilidad del desarrollo
académico, social y emocional de nuestros hijos. Es finalmente, el que se encarga de darle seguimiento y reforzar la educación que les damos en casa
y en algunos casos, suplirá la que no se da en casa.
Aquí es oportuno recordar que la primera
educación, la que proporciona seguridad
y autoestima y la que desarrolla el gusto por aprender se da en la familia
y el maestro se convierte en un aliado invaluable de los padres. Decía Bárbara
Colorose:
“Si los niños vienen a nosotros de familias fuertes, saludables y
funcionales, hacen nuestro trabajo más
fácil. Si ellos no vienen a nosotros de familias fuertes, saludables y funcionales, hacen nuestro trabajo más importante”.
En la actualidad, el trabajo
del maestro debe adaptarse a los cambios en las familias, asumiendo, en muchos casos, la función de los padres. Además
de esto, deben adecuar su trabajo a
un nuevo léxico pedagógico,
nuevos programas y metodologías que cambian
constantemente.
Todo lo anterior, mientras es evaluado y supervisado minuciosamente por alumnos,
padres y directivos, con el consiguiente reporte de evaluación en el que
siempre hay cosas que mejorar. Una
especie de “Cómo ser un profesor perfecto y no morir en el intento”. Es la única profesión en la que se le exige cada
vez más al profesional, sin que
su salario esté a la altura de esa exigencia.
Los maestros no son
perfectos, es verdad, pero son conscientes
de que su importante actividad los
obliga a tener una sólida formación,
a estudiar constantemente, leer mucho, tener una amplia cultura
y sobre todo fortalecer una serie de actitudes y valores que le
den la autoridad moral para ejercer, siendo no sólo el mejor profesor, sino un ejemplo a seguir.
Los buenos maestros son joyas
invaluables para un centro educativo,
hay que comprenderlos y apoyarlos,
porque es muy fácil que caigan en el desánimo
y la desesperanza. Su trabajo está en permanente contacto con
las emociones y es muy
estresante. Necesitan menos apologías
y celebraciones y más justicia, gratitud y respeto por su labor.
Petra Llamas
Twiter: @PetraLlamas
Correo: petrallamasgarcia@gmail.com
youtube: https://www.youtube.com/c/ReflexionesdelaMaestraPetraLlamas
Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 11 de mayo del 2012.
1 Comentarios
Muchas felicidades Maestra Petra, usted es de esas maestras que se recuerdan toda la vida, no deje la enseñanza. Saludos respetuosos
ResponderEliminarGracias por tus comentarios