La familia es el espacio donde sus miembros se desarrollan de manera integral; donde se satisfacen las necesidades materiales y afectivas y donde se neutralizan las tensiones vividas en la sociedad. Sin embargo, la cultura del trabajo y las necesidades económicas están afectándola de manera alarmante con las consecuencias que ello provoca en el tejido social.
Existen muchos factores que afectan la convivencia familiar, pero quizás el de más peso sea el laboral y es que cada vez son más las familias en las que ambos miembros tienen que trabajar y si a esto le agregamos la distancia al centro de trabajo, que les impide comer en casa y las jornadas laborales hasta altas horas de la noche, incluyendo en algunos casos los días festivos, el problema está servido.
Es un hecho que el tiempo que se dedica al trabajo supera con mucho al dedicado a la familia y esa priorización está ocasionando estrés, peleas, infidelidades, separaciones y divorcios. Además de todo, los hijos se quedan solos por largas horas, con los resultados que de alguna forma ya estamos viviendo: pandillerismo, aumento de la drogadicción o suicidios.
Esta dedicación exclusiva al trabajo en muchas ocasiones es provocada por las mismas empresas, sean de gobierno o privadas, con horarios fijos que no siempre se relacionan con la productividad, manejándoles la idea de que el buen trabajador es el que está disponible en todo momento y se queda hasta tarde en su puesto de trabajo.
Resulta paradójico que una sociedad que exalta los derechos humanos y el cuidado del medio ambiente, permita que las empresas penalicen a los padres de forma indirecta, impidiendo que puedan dedicarles tiempo a sus hijos y a su familia, no sólo de calidad sino también de cantidad, provocando con ello el abandono y la desintegración familiar. Está demostrado que la destrucción de la familia es el origen de la inestabilidad personal y social. Decía Juan Pablo II:
“El futuro depende, en gran parte, de la familia, lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz”.
Si lo que ocurre en la familia repercute en la empresa y viceversa, la solución está en dejar de separar los dos ámbitos. Una empresa que adopta políticas de apoyo a las familias verá recompensado su esfuerzo con una mejor actitud y compromiso del trabajador, con un trabajo bien hecho y una mayor productividad.
Si se logra armonizar la vida familiar con la laboral, seguramente tendremos una mejor sociedad y en muchos países ya están tomando una serie de medidas encaminadas a lograr dicha armonía.
México, a pesar de que aún tiene mucho por hacer y de que muchas empresas se resisten a certificarse, fue uno de los primeros países que adoptó el modelo de Empresa Familiarmente Responsable (EFR). Efectivamente, desde el 2006 la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), a través de su Dirección de Equidad Laboral, ha creado una iniciativa para distinguir a las organizaciones familiarmente responsables.
En los lineamientos que publica la define como:
“La organización pública o privada que, dados los estándares de medición previstos en el Distintivo Empresa Familiarmente Responsables, acredita ser promotora de buenas prácticas laborales y que incluye acciones y políticas para favorecer que las personas trabajadoras atiendan y fortalezcan sus responsabilidades y relaciones familiares”.
Se considera un código de ética laboral en el que las buenas prácticas laborales abarcan: la conciliación trabajo – familia, la igualdad de oportunidades y el combate a la violencia laboral y al hostigamiento sexual.
En el rubro de conciliación trabajo- familia se señalan actividades como la planificación de horarios, permisos o apoyos económicos que les permitan atender sus responsabilidades familiares, todo ello con el objetivo de fortalecer la integración familiar.
En el de igualdad de oportunidades se resalta la necesidad de que el hombre y a mujer tengan un trato equitativo en el acceso y permanencia del empleo, así como en la clasificación profesional, la formación y también la igualdad en el combate a la discriminación sexual.
En cuanto al punto del combate a la violencia laboral y al hostigamiento sexual resalta la necesidad de implementar mecanismos para prevenir y luchar contra las prácticas de violencia laboral y hostigamiento sexual en el trabajo.
Esta iniciativa es voluntaria y únicamente se están comprometiendo aquellas empresas que quieren asumir su responsabilidad social y se han dado cuenta de la necesidad de cerrar la brecha entre el mundo laboral y el familiar, ya que los efectos catastróficos de no hacerlo están a la vista. No debería ser considerada como un beneficio al trabajador, sino como una relación laboral en la que ambos ganan, empleador y empleado.
Dice Manuel Carvajal:
“Una empresa no puede prosperar en un entorno enfermo. Tarde o temprano los males de la sociedad la afectarán”. Petra Llamas
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Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 20 de julio del 2012
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