“La suerte de un
pueblo depende del estado de su gramática”.
Fernando Pessoa. (Poeta y escritor
portugués)
Cuando estaba en secundaria,
una maestra de Español nos dictaba palabras para evaluar nuestra ortografía.
Casi todos sacábamos buenas calificaciones
porque ella leía las palabras enfatizando ciertas letras. Por ejemplo, con los dos labios
cuando era b (bilabial); poniendo el labio inferior debajo de los
dientes cuando la palabra se escribía con v (labiodental) o bien
aspirando ligeramente la h, cuando la palabra la contenía; con lo cual era
bastante fácil saber cómo escribirla correctamente, el secreto consistía en mirarle la boca e
interpretar la letra en cuestión.
Las cosas no siempre fueron así de fáciles, ya que nunca más volvimos a tener un maestro que nos apoyara tanto en los dictados y sabíamos que errar en la ortografía equivalía a repetir las palabras una y otra vez hasta que se nos quedaran grabadas. No faltaba quien repetía la palabra con todo y error, con lo cual el castigo era doble.
Afortunadamente, tiempo después llegaron los buenos maestros que nos entusiasmaron con la lectura y nos dimos cuenta de que el mejor método para tener buena ortografía era leer mucho.
Quién nos iba a decir a nosotros, que tuvimos que repetir las palabras para escribirlas correctamente, que años después, una frase de tres palabras mal escritas, se repetiría una y otra vez, hasta volverse famosa en
las redes sociales y que ese error repetido hasta el cansancio correría como reguero de pólvora
por todo el mundo de habla hispana: “ola k ase”, frase que aún hoy se
utiliza de broma, pero que de alguna
manera se ha convertido en el símbolo de cómo se está desvirtuando la escritura por culpa del mal uso que se le
está dando en internet.
Nunca imaginó, Gabriel García Márquez, que su provocador
discurso titulado: “Botella al mar para el dios de las palabras”, pronunciado
en el 1er Congreso Internacional de la
Lengua Española celebrado en Zacatecas en
abril de 1997, iba a ser seguido tan al pie de la letra por el autor (hasta
ahora desconocido) de la famosa frase: “ola ke ase”.
En aquel entonces, el premio Nóbel de literatura dijo:
“Jubilemos la ortografía,
terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos
un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los
acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga
lágrima ni confundirá revolver con revólver. Y que de nuestra be de burro y
nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y
siempre sobra una“.
El mundo de las letras quedó escandalizado
hasta tal punto, que el mismo “Gabo” tuvo
que salir a desdecirse, explicando
que sólo pretendía simplificar la ortografía, pero en ningún caso desaparecerla. La prueba de que se
arrepintió realmente es que él jamás se atrevió a poner en práctica la propuesta que con tanta audacia había defendido en su discurso.
Hoy día, en pleno siglo XXI
muchos son los que están simplificando la ortografía y siguiendo fielmente, tal vez
sin saberlo, las propuestas subversivas
de Don Gabo.
Según la Real Academia Española (RAE),
la ortografía es: Conjunto
de normas que regulan la escritura de una lengua”.
Esas normas fueron
establecidas por acuerdo y se pensaron para que facilitara la comprensión lectora y la expresión escrita. La ortografía nació, por tanto, con la finalidad de
uniformar la comunicación porque si
cada quien escribiera como mejor le pareciera, la comunicación se volvería un caos y creo que las nuevas tecnologías
están provocando un poco de eso.
Siendo como es la Legua Española, el segundo idioma más hablado del mundo, después del chino mandarín y superando con una
diferencia de hablantes al inglés,
no podemos darnos el lujo de perjudicarlo.
Es un idioma que tiene una enorme riqueza lingüística y una hermosa tradición
literaria.
La principal utilidad del
idioma es la comunicación y para que ésta fluya de manera correcta, los mensajes también deben estar correctos y bien estructurados. Un texto mal escrito le quita credibilidad a la información que deseamos transmitir y estando como estamos en la
era de la comunicación, lo
lógico sería que nos esmeráramos en su calidad.
Sin embargo, esto no es así, ya que el mundo virtual con los veloces correos
electrónicos, los convenientes mensajes en whatsapp, el
indiscreto facebook o
los constantes y a veces absurdos mensajes en twitter, entre otros,
han abierto la caja de Pandora de la comunicación. Han puesto de moda los apócopes, han eliminado las sílabas, dejándolas sin vocales y nos han obligado a sintetizar los mensajes como nunca antes lo habíamos hecho; y todo ello de una
manera constante, sin pausa, en reuniones, en el trabajo, en el coche, en todas partes.
Estoy convencida que el lenguaje es algo vivo, que evoluciona, progresa y va incorporando neologismos que el hablante impone con su uso. El problema actual es que la lengua en vez de evolucionar y enriquecerse, se deteriora y empobrece cada vez más.
Soy consciente de que no se puede detener el estilo de comunicación que se está imponiendo en las redes sociales, pero sí
podemos neutralizarlo y existe
el antídoto para
ello. Se trata de algo sencillo y al alcance de cualquiera: un buen libro.
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1 Comentarios
Algo hay que hacer, porque yo me acuerdo que me enseñaban a escribir telegramas y batallabamos para poner pocas palabras y ahora los niños lo saben hacer retebien. La felicito y me gusta mucho su pagina
ResponderEliminarGracias por tus comentarios