“Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida y no hemos de buscar que lo que fue, le impida ser lo que es o lo que será”. Miguel de Unamuno
La afirmación de
que los viejos son el futuro puede interpretarse de dos
maneras: o bien nos espera un futuro donde la mayor parte de la población será
de viejos o bien se habla de un futuro cercano donde los que prevalezcan y saquen adelante el país serán los viejos.
Todos sabemos que ellos vivieron momentos históricos de lucha, esfuerzo y mucho trabajo, que están preparados para enfrentarse a situaciones límite y por tanto se adaptan con facilidad a cualquier circunstancia.
Hace algún tiempo veía en la televisión un
reportaje sobre un pueblo español que había
quedado aislado debido a un temporal de nieve.
El aislamiento se agravaba porque
también se habían quedado sin luz, con todo lo que ello conlleva.
La reportera hacía hincapié en la falta de teléfonos
móviles y de internet como lo más grave y por supuesto
los pocos jóvenes de ese pueblo también
resentían esas privaciones. Una señora muy joven reclamaba indignada que aún no recibían ayuda del gobierno y se estaba congelando de frío.
En cambio, los viejos del pueblo no se quejaban del internet o del teléfono inteligente, ni
siquiera de la falta de luz, ellos mostraban cómo iban resolviendo las circunstancias adversas, ya que contaban con los mecanismos
suficientes para sobrevivir sin
problemas, porque cada año era lo mismo y por tanto utilizaban estufas de leña.
Ellos vivieron
épocas muy duras y con muchas carencias, por lo que, volver a vivirlas
no significaba ningún esfuerzo y sabían
adaptarse con una rapidez
envidiable, no buscaban que otro les resolviera los problemas. Sus recursos eran los más originales
ya que, según Gaudí, “La originalidad
consiste en volver al origen”.
Ese espíritu de lucha y trabajo se
refleja hoy día en muchos hogares donde
los abuelos están volviendo a ser padres de sus nietos o bisnietos.
Otros muchos han tenido que buscar un empleo
porque con su raquítica pensión no les alcanza para vivir y hay otros que
simplemente se niegan a jubilarse y
siguen activos, tanto física como
mentalmente, por voluntad propia.
Que los abuelos trabajen por gusto es loable, pero
lamentablemente la gran mayoría se
ven obligados a hacerlo por necesidad.
Es triste que a su edad tengan que seguir trabajando,
porque la sociedad no ha previsto
mejores pensiones para sus viejos y con las reformas laborales, la
cosa está cada vez peor.
Tal parece que,
en una sociedad que le rinde culto a
la juventud, a la belleza y a la productividad, proporcionarles una pensión digna a los abuelos
se considera un derroche, a pesar de que ya pagaron por la misma con sus aportaciones. Sin
embargo, todos vamos para allá y si a eso se agrega que cada vez hay menos nacimientos, más vale empezar a
prestarles un mayor cuidado a los ancianos porque, de no mejorar la situación,
el futuro será de ellos o mejor
dicho, de nosotros y no nos va a gustar.
El tema de la vejez ha sufrido altibajos a los largo
de la historia, aunque en la mayoría
de los casos fueron vistos con respeto
y veneración. Eran los custodios del conocimiento y la memoria
que los enlazaba con sus antepasados.
Esto no ha cambiado demasiado porque, sin importar todos los avances tecnológicos a nuestro alcance, ellos siguen siendo la sabiduría y la historia de la familia y
de la sociedad, son los depositarios
de una serie de valores a los que
tarde o temprano se tendrá que regresar.
Respetarlos y cuidarlos no es otra cosa que respetar
y cuidar lo que fuimos, lo que somos
y lo que seremos.
Cicerón (106-43 A.C.) escribió una apología de
la vejez en su obra, “De la vejez” (Cato
maior de senectute liber) en
forma de diálogo entre Catón, un anciano
de 80 años, y dos jóvenes. Es una obra encantadora, con
una visión positiva sobre la vejez y muy actual a pesar de haberse
escrito unos 40 años antes de Cristo. En ella, el autor refuta con
argumentos interesantes, los cuatro
motivos por los que la vejez pudiera parecer miserable:
1. Que la vejez te aparta de las actividades.
2. La pérdida de la fuerza física.
3. La pérdida de los placeres.
4. La proximidad de la muerte.
1. Que la vejez te aparta de las actividades.
2. La pérdida de la fuerza física.
3. La pérdida de los placeres.
4. La proximidad de la muerte.
Lo cierto es que
la vejez no ha sido impedimento para grandes hombres de la historia en cuya etapa fueron más productivos que nunca. Platón
realizó toda su obra a los 62 años. Cervantes escribió la 2ª parte del Quijote con 68 años. Juan Ramón Jiménez
o Unamuno siguieron trabajando ya
bien entrados en años; al igual que seguían pintando siendo ancianos, Goya,
Velázquez, Dalí o Picasso; por su parte, Joaquín Rodrigo componía grandes obras musicales cuando ya era un anciano, igual que Verdi que compuso Otelo
a los 63 y el Falstaff cuando tenía 80 años.
“A cada periodo de la vida se le ha dado su propia inquietud: la inseguridad a la infancia, la impetuosidad a la juventud, la sensatez y la constancia a la edad media, la madurez a la ancianidad. Estas circunstancias se dan con la mayor naturalidad y se deben aceptar en las diferentes etapas de la vida”. Petra Llamas
Twiter: @PetraLlamas
Correo: petrallamasgarcia@gmail.com
youtube: https://www.youtube.com/c/ReflexionesdelaMaestraPetraLlamas
Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 27 de febrero del 2015.
4 Comentarios
Gracias maestra =D
ResponderEliminarGracias a usted por leer mi artículo. Saludos
EliminarAhora que soy jubilado me impresiona su texto y me fortalecen sus puntualizaciones. Muchas gracias
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario, créame que lo valoro mucho. Saludos cordiales
EliminarGracias por tus comentarios