Educar con exigencia y sin lástima




Si le pides a un hombre más de lo que puede hacer, lo hará. Si solamente le pides lo que puede hacer, no hará nada”. Rudyard Kipling

Me contaba una amiga sobre un reportaje en la televisión americana en el que mostraban la diferencia entre dos métodos de enseñanza para niños que tenían capacidades diferentes de tipo intelectual.
Un caso transcurría en una escuela de Estados Unidos y el otro en un país emergente.

El problema de los niños era el mismo, lo diferente era la forma en que cada maestra lo abordaba. La americana le pedía determinadas tareas al alumno y éste las realizaba con dedicación pero, cuando se las mostraba a su profesora, sin importar si estaban bien o mal, ella expresaba su beneplácito con aplausos y exageradas muestras de emoción. Para esta maestra todo lo que hacía el niño siempre estaba bien hecho y no escatimaba en halagos y felicitaciones. El niño sonreía y continuaba trabajando.

En el caso del niño del país emergente, la maestra igualmente le encargaba una serie de trabajos pero, a la hora de revisarlos, le señalaba los que estaban mal hechos y le pedía que los volviera a realizar. Esta conducta la repitió hasta que el niño lograba que los trabajos tuvieran la calidad que ella le exigía. 

En el proceso, la carita del niño no era tan alegre como la del americano, pero cuando finalmente los presentaba con los estándares de calidad que le pedía su maestra, su sonrisa era superior al del otro niño y la alegría y emoción del trabajo bien hecho no la manifestaba la profesora sino el propio niño. Había superado el reto y su satisfacción era más que evidente.

Mi amiga no pudo ver el final del reportaje, ni escuchó el punto de vista de los expertos al analizar tan diferentes intervenciones educativas, pero no hace falta ser una eminencia para saber cómo termina la historia de ambos niños.

Uno está siendo felicitado por todo, aunque su trabajo no esté bien hecho, faltándole al respeto porque la maestra no cree en él, le tiene lástima y teme lastimarlo, así que prefiere recurrir a falsas felicitaciones y entusiasmos exagerados, evitando con ello que el niño aprenda a superar las frustraciones y venza sus propios obstáculos.

El otro está experimentando el valor del triunfo después del esfuerzo, exponiéndose a una frustración positiva y siendo respetado por la maestra que no le tiene lástima, que cree en él y que lo valora como una persona con todo su potencial.

Siempre he pensado que el verdadero cariño se manifiesta en un marco de exigencia y de respeto a la capacidad, que todos los seres humanos tenemos.

Si se trata a los niños que tienen capacidades diferentes, con una compasión mal entendida y se les expone a un ambiente de empalagosos halagos sin retos que afrontar, lo único que se logrará es un niño que jamás desarrollará al máximo sus capacidades y menospreciado en su inteligencia, sea limitada o brillante y ésta es otra forma de maltrato.

La escritora estadounidense, Anaïs Nin tiene una reflexión que puede aplicarse perfectamente a este tema, ya que durante muchos años se trató a la mujer como si fuera una niña indefensa, sin creer en ella, ni en su capacidad como persona. Anaïs Nin dijo: 

“Yo, con un instinto profundo, elijo un hombre que provoca mi fuerza, que ejerce demandas enormes sobre mí, que no duda de mi coraje ni mi rudeza, que tiene la valentía de tratarme como una mujer”.

Esto mismo puede decir cualquier niño de sus maestros o de sus propios padres. Ellos también elegirían aquella conducta que provocara su fuerza, que no dudaran de sus capacidades y que tuvieran la valentía de tratarlos como personas sin limitaciones.

Sin ir más lejos, todos hemos vivido algún evento de capacitación donde el expositor hace preguntas y acepta como válidas todas las respuestas, supongo que para quedar bien con los asistentes o por el temor a no ser contratado de nuevo, pero lo cierto es que sólo provoca la molestia de los que lo escuchan ya que se sienten ofendidos en su inteligencia. 

Eso mismo deben sentir los alumnos a los que siempre se les da la razón o se les aplaude cualquier cosa, sin permitirles la oportunidad de esforzarse y aprender con la exigencia y el cariño al que tienen derecho, aunque su mente no lo procese de una manera consciente.

Esta forma de educar con lástima, aceptando todo lo que hacen sin pedirles que lo hagan bien y con calidad, no es la mejor manera de ayudarlos. 

Es como si los maestros y los propios padres no pudieran entender que la lástima sólo los ofende y denigra y, por si fuera poco, devaluamos su inteligencia.

¡Pobrecitos!
, dicen, no hay que ser duros con ellos porque ya tienen bastante con lo que tienen. 

Pero ésa no es la manera correcta de verlos y tratarlos, a ellos también hay que pedirles que hagan mejor las cosas, hay que ponerles retos en la medida de sus posibilidades, porque el resultado es espectacular y ejemplos hay muchos.

Según Wendell Philips:

Las exigencias crean la habilidad necesaria para cumplirlas y conquistarlas”. Petra Llamas

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Correo: petrallamasgarcia@gmail.com


youtubehttps://www.youtube.com/c/ReflexionesdelaMaestraPetraLlamas

Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 12 de junio del 2015.




12 Comentarios

  1. Muy bueno, felicidades maestra.

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  2. no puedo estar más en desacuerdo! hay un proceso donde hay que aplaudir todo lo que hacen a través de su esfuerzo aunque no esté perfecto para cuidar su autoestima y den rienda suelta a su creatividad, y otro para que aprendan a hacer las cosas bien pero siempre con respeto. Educar es despertar no frustrar.

    Marga.

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  3. Agradezco su opinión, Marga. Creo que ambas pretendemos favorecer la autoestima de los niños, aunque con diferente método. Le envío un cordial saludo

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  4. estoy en desacuerdo con Marga. Los niños durante la época escolar se encuentran en una etapa de formación no solo intelectual, sino también valorativa y moral. Si el docente felicita, celebra o aplaude el desempeño que no es el esperado al momento de evaluarlo, estará enviando un refuerzo negativo al alumno, pues éste no sería consciente del desarrollo ideal de su potencial intelectual, lo que lo llevaría a pensar que no es necesario esforzarse por obtener un mejor resultado, ya que con lo hecho es suficiente para obtener una buena calificación. La tarea del docente no es afianzar solo la autoestima del alumno, sino que además de ello, formarlo para que pueda resolver los problemas que se puedan presentar en el futuro a nivel personal, profesional y social.

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    1. Estoy completamente de acuerdo contigo, yo no lo hubiera explicado mejor. Muchas gracias Paolo.

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  5. No había encontrado un artículo tan acertado al respecto. El papel del maestro es el de incentivar al estudiante para que cada día sea mejor,para que se de cuenta que tiene todo un potencial por desarrollar que sólo se logra con esfuerzo. Que puede aumentar más el autoestima de un niño que es feliz cuando después de mucho esfuerzo logra alcanzar un reto?

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    1. Me alegra mucho que coincida con la idea principal de este artículo, Zeidy y que lo haya resumido de una manera clara e inteligente. Saludos

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  6. estoy de acuerdo, debemos exigir para lograr la calidad que se desea, esa exigencia debe ser en todas las áreas del ser humano, en lo personal, en lo laboral, en las dependencias del sector publico, si exigiéramos para lograr la calidad otra seria nuestra sociedad.

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  7. Muy bien, hasta que alguien se atreve a hablar claro. La felicito

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  8. Soy docente de primraia, he estado en comunidades rurales donde no hay servicios, he trabajado en la zona urbana donde existe marginación. He tenido añumnos sordomudos, con asperger; y demás incapacidadws y siempre he actuado como la segunda maestra. Con exigencia y es muy satisfactorio cuando el niño logra aquello que decían que no podría. Las más agardecidas siempre han sido las madres de familia porqué se logró la integracióm del niño a la sociedad y no como un ser aislante dentro de.

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  9. Muchas gracias, por compartir su experiencia. Saludos

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