Hace algún tiempo me contaron
el caso de un joven que fue a pedir trabajo porque cumplía con todos los requisitos del puesto que ofrecía una empresa. Le avisaron que había sido aceptado
y le hicieron una oferta salarial. El sueldo
estaba muy por debajo de su cualificación y de la responsabilidad
que implicaba el puesto, por lo que el joven declinó el trabajo.
Como la empresa no podía perder a alguien tan preparado, lo llamaron para saber por qué no lo aceptó (supongo que
el bajo sueldo no les parecía
suficiente). La respuesta del joven
los dejó sorprendidos. Les dijo: “Si me ofrecen
un puesto y no soy capaz de gestionar
un salario justo para mí ¿Cómo
podría hacer gestiones para la empresa? El Director General lo contrató inmediatamente y con un sueldo competitivo en el que ambos,
empresa y empleado, se sintieron satisfechos.
Este joven no tuvo ningún curso de “Habilidades
blandas”, pero seguramente tuvo una familia
que le exigió de acuerdo a su capacidad
y una educación extraordinaria
donde, al mismo tiempo que aprendía “habilidades
duras”, también desarrolló las “blandas”. Donde sus capacidades, contexto, situaciones positivas y negativas vividas, un sinfín de entrevistas fallidas y demás experiencias,
lo prepararon para una gestión tan exitosa.
El término de “Habilidades blandas” no es algo nuevo,
se acuñó en un manual de 1972 para entrenar soldados del ejército de USA. Desde entonces se han desarrollado muchas definiciones y clasificaciones,
pero, en general, se puede decir que son una serie de características que les servirán para interactuar con los demás sin problema
y en diferentes circunstancias,
además de lograr el autodominio. Los
expertos, por su parte, las
clasifican en tres rubros, interpersonales,
profesionales y sociales.
No obstante, los alumnos no son soldados, así que para poder “entrenarlos”
hay que tener en cuenta su personalidad,
su carácter, la experiencia de vida, su contexto
y hasta sus aptitudes. Todo ello
influye a la hora de reaccionar o de
actuar de una u otra forma. Sabemos también que hay habilidades que se adquieren desde niños en la familia y hay
otras en las que tal vez puedan ser “adiestrados”
en la escuela o en la empresa. Por eso es tan importante definir cuáles y por qué, para no entrar en terrenos personales.
No me opongo a que se enseñen
las “habilidades blandas”, pero opino
que, si no queda claro el objetivo,
las instituciones educativas dejarán de hacer aquello
para lo que fueron creadas y
acabarán realizando una formación que
le corresponde a la familia, a la empresa e inclusive a la sociedad (donde incluyo a los medios que emiten mensajes en los que se puede lograr todo sin esfuerzo o con violencia).
Además, tal como se plantean hoy día, pareciera que se quiere dividir la educación en dos: la enseñanza de “habilidades duras” y la de las “blandas”, como si al aprender unas no se pudieran aprender las
otras. Es lo mismo que separar la parte psíquica
de la física en las personas y pretender formarlas por separado.
Adicionalmente, hay que tener
presente que estamos viviendo una gran crisis
educativa, donde a los estudiantes
no se les exige demasiado, no se les proporcionan contenidos, donde sus caprichos
se confunden con necesidades y donde
tampoco se les ayuda a vivir las consecuencias. Los maestros
saben que la mayor parte de estas competencias
están relacionadas con el esfuerzo, el
ejercicio de la fuerza de voluntad, la
laboriosidad, la perseverancia, el trabajo responsable en equipo (donde no trabaje uno solo de los
integrantes), y toda una serie de valores
que ahora se rechazan tildándolos de
obsoletos, retrógrados y antipedagógicos.
Hoy queremos que los alumnos se diviertan en los diferentes niveles
educativos, incluida la universidad,
pero al mismo tiempo pretendemos que logren ciertas habilidades, porque los empresarios
se quejan, y con toda razón, que los jóvenes
no salen bien preparados, no quieren esforzarse,
se dan por vencidos con facilidad, pierden
el control, no saben trabajar en equipo y mucho menos
pueden gestionar sus berrinches, ya que nunca sufrieron las consecuencias de su conducta infantil y como colofón declaran que, por todo lo
anterior, hay mucha rotación.
¿Qué esperaban todos, sociedad, maestros, padres de familia o
empresarios, con esta educación
permisiva, lúdica y vacía de contenidos? ¿Esperaban acaso egresados fuertes, resilientes,
gestionadores, asertivos y con un sinfín de hábitos y valores? Es como
esperar que un atleta olímpico gane medallas sin entrenar. Por otro lado, tampoco pueden esperar que se dejen adiestrar en “habilidades blandas” cuando no quieren hacerlo en las “habilidades duras”, que son las que les
darán el trabajo.
Sólo espero que no estemos
ante una moda o una exigencia empresarial
para tener empleados dóciles y con
comportamiento estandarizado. Espero firmemente que las instituciones educativas, siguiendo las recomendaciones de los diferentes sectores de la sociedad, puedan desarrollar un currículum que conjunte
de maneral natural ambas habilidades,
y sobre todo que busque la formación
integral de los alumnos, porque el
hecho de que nuestros estudiantes no
tengan las competencias que precisa la
empresa o la sociedad, es sólo síntoma
del verdadero problema, la deficiente educación que se está
ofreciendo.
Decía Kant: “La educación es el desarrollo del hombre en toda la perfección de que su naturaleza es capaz”.
Twitter: @PetraLlamas
Correo:petrallamasgarcia@gmail.com
Youtube: https://www.youtube.com/c/ReflexionesdelaMaestraPetraLlamas/videos
Publicado en LJA.MX el 11 de febrero del 2022
0 Comentarios
Gracias por tus comentarios