Sigue vigente esta bella definición que José Martí nos ofrece sobre la educación, lo único que ha cambiado es el tiempo al que alude y ese contexto marca la diferencia. Hoy estamos en una sociedad postmoderna, que se opone abiertamente al paradigma modernista, en cuyas ideas se basaba todo el quehacer educativo.”Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive; es ponerlo al nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podría salir a flote: es preparar al hombre para la vida” José Martí
Las ideas del postmodernismo han decretado que la escuela ha perdido su rol y que la educación se ha quedado obsoleta y esta declaración de ineptitud del sistema educativo no sólo tiene desconcertados a los maestros, sino también a los padres, autoridades y a la sociedad en general.
El postmodernismo proclama que una educación con autoridad, disciplina o exigencia pertenece al pasado modernista. Ahora se impone educar en las emociones y por seducción. El alumno debe sentirse atraído hacia el objeto de aprendizaje. Aunque al final quede agobiado por tanta información y se vuelva apático e indiferente a la misma. El estudiante posmoderno quiere adquirir el conocimiento sin presiones, ni autoritarismos.
Mientras tanto, la escuela se presenta como un espacio de aburrimiento, donde los saberes se rezagan con respecto al resto de la sociedad. Las verdades absolutas ya no existen y se instala el relativismo en todos los actos del ser humano.
El “Cogito, ergo sum” (pienso, luego existo) de Descartes ha dado paso al “Non vidi, ergo non est” (no lo he visto, luego no existe) de Sartori. La cultura de la imagen, de los sentidos y del hoy y ahora, se ha impuesto y los verdaderos educadores son los productores de medios masivos y de las TIC´s que marcan tendencias, teorías y estilos de vida y que han resultado, lamentablemente, mucho más creativos y motivadores que los maestros y la escuela.
El papel del maestro se cuestiona al igual que su autoridad para educar. Se dice que los alumnos saben más que ellos y que con la computadora también aprenden más, confundiendo la educación formal con la informal y desestimando el valor del docente en el acto de enseñar y acompañar al alumno en el descubrimiento del saber y en el de ayudarlo a procesar la información para convertirla en conocimiento útil.
Los padres tampoco lo tienen fácil. Se debaten entre pedir que se les exija más a su hijo y el sufrimiento que esto puede causarles. Se sienten impotentes ante un fenómeno que no saben bien cómo afrontar. Dolto dice:
“Estos adolescentes obligados a ser padres, adoptados por los medios, son un producto de adultos que se abstienen de educar”
El derecho a la educación debe ir acompañado de la obligación del adulto a educarlos y este deber se ejerce cada vez con menos eficiencia.
Estamos ante una realidad postmoderna que exige una nueva forma de educar. Se hace necesario, por no decir imprescindible, formar el criterio del estudiante. Ellos pasan mucho tiempo frente a una computadora, recibiendo de forma pasiva una serie de contenidos y actitudes postmodernas y no todas son positivas. Hay que ayudarlos a interpretar esos mensajes, para que sepan discernir lo perjudicial de lo valioso.
Por otro lado, la capacitación a docentes debiera incluir temáticas de filosofía postmoderna, que les proporcione argumentos para rebatir afirmaciones que ponen en peligro los principios que rigen su trabajo y que, además, les sirvan para interpretar el entorno en el que deberán educar.
Es verdad que la educación no puede estancarse en un pasado que tuvo muchos aciertos, pero también errores y que debe enfrentar nuevas circunstancias que exigen nuevos métodos y sistemas. Sin embargo, no se debe renunciar a la tarea de formar ciudadanos fuertes, congruentes, trabajadores y con autodominio, porque si se favorece el deseo y los impulsos sobre la voluntad y el esfuerzo, se corre el riegos de volverlos débiles y sin carácter y con ellos, a toda la sociedad.
El poeta José Hierro escribió un poema titulado, “Epitafio para la tumba de un héroe”, que en algunos de sus versos dice:
“Se creía dueño del mundo porque latía en sus sentidos. Lo aprisionaba con su carne, donde se estrellaban los siglos. Con su antorcha de juventud iluminaba los abismos (…) Se creía dueño del mundo y no era dueño de sí mismo”
Petra Llamas
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Publicado en La Jornada Aguascalientes el viernes, 03 de Junio de 2011.
3 Comentarios
Muy pero que muy cierto!!!
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo y como lo mencionara Enrique Rojas en su libro "La conquista de la voluntad" el hombre light es lo que se esta presentando en nuestra sociedad actual.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Heriberto. Lo peor de todo es que los maestros estamos sufriendo la peor parte. Saludos
EliminarGracias por tus comentarios