“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me
enorgullecen las que he leído”. Jorge
Luis Borges.
Hace poco, charlaba con algunos jóvenes sobre sus libros favoritos. No pregunté por aquellos que habían marcado sus vidas, porque considero que no es la misión de un libro eso de marcar vidas, a pesar de que Cervantes dijera que:
“En algún lugar de un libro hay una
frase esperándonos para darle un sentido a la existencia”.
Yo creo que son las experiencias las
que marcan, sobre todo las que catalogamos de negativas, ésas que no matan
y que te hacen más fuerte, aunque reconozco que hay obras que se quedan para
siempre con nosotros.
Estos jóvenes me contaron que habían leído la saga de Harry Potter, la famoso serie de
novelas de la escritora británica Joanne
Rowling, que tiene el altísimo honor de haber puesto a leer de nuevo a
los niños y jóvenes de todo el mundo y en la que trata la historia de un
pequeño mago en un
colegio de magia, que lucha
contra otro mago malévolo que ha matado a sus padres.
Sin embargo también me aclararon que después la emoción por la lectura se
había trasladado a la serie de cuatro libros de Stephenie Meyer titulada, “Crepúsculo” (Twilight)
en la que se narra la historia del amor juvenil entre una mujer y un vampiro, con todas las complicaciones
que ello implica. Supongo que sería en este caso donde Mark Twain diría eso de que:
“El hombre que no lee buenos libros no
tiene ninguna ventaja sobre el hombre que no sabe leerlos.”
Como quiera que sea, también puso a leer a los jóvenes. La
charla derivó hacia anécdotas sobre su época de Bachillerato en la que habían sido obligados a leer obras literarias
de diferentes autores, pero se vanagloriaban de no haberlos leído porque decían
que los resúmenes, conclusiones y opiniones personales eran muy fáciles de
encontrar en internet y
que los maestros nunca se habían dado cuenta de la trampa, sospechando que tal
vez ellos tampoco habían leído las obras y mucho menos se tomaron la molestia
de revisar las tareas que
con tanta facilidad habían plagiado de
la red.
Fue decepcionante escuchar esos comentarios, pero afortunadamente no
hubo necesidad de sermonearlos ya que ellos reconocieron que había sido un
error no haber leído y analizado los libros que les encomendaron, ya que
finalmente la responsabilidad era de ellos y no del maestro. Quiero pensar que
tuvieron mala suerte y que esos profesores de literatura que no leen los libros que encargan a sus alumnos o que
no revisan los reportes, son una excepción.
Leer es una actividad que debe ser ejercitada hasta convertirse en un
hábito y como todos los hábitos inicia con pequeños pasos que normalmente nacen
en la familia y se refuerzan en la escuela y que casi siempre se adquieren por
imitación. Padres que
leen seguramente contagiarán a sus hijos y maestros lectores tendrán el
entusiasmo suficiente como para motivar a sus alumnos. Bien decía Gabriela Mistral:
“Hacer leer, como se come, todos los
días, hasta que la lectura sea, como el mirar, ejercicio natural, pero gozoso
siempre. El hábito leer no se adquiere si él no promete y cumple placer”.
Cuando recomendamos a otros una película, desplegamos toda la retórica para que la vean nuestros amigos o familia y
así poder comentarla con ellos posteriormente. Algo similar debiera ocurrir
con la recomendación de un buen libro.
Alguna de las veces que tuve la oportunidad de asistir a la presentación
de un libro, quedé fascinada con la excelente disertación del presentador, lo que me provocó un enorme interés
por leerlo; cosa que jamás logró un eslogan o una exhortación general sobre la importancia de la
lectura.
El interés por la lectura no surgirá con publicidad al respecto, por muy
creativas que sean las campañas que se diseñen para decirnos lo importante que
es; ni siquiera porque sea un cantante, futbolista o actor de moda, quienes nos
sugieran leer. El hábito de la
lectura se desarrolla leyendo libros
y son los padres y maestros quienes tienen una influencia mayor y más directa
para lograrlo.
Hay que reconocer que anteriormente resultaba mucho más fácil adquirir
el hábito de la lectura porque no existían tantos distractores que compitiesen con la narración. En la
actualidad, el internet pone a nuestro alcance un sinfín de estímulos que
opacan el protagonismo del libro. Ha entrado en nuestros hogares y también está
ya en lugares públicos de muchas ciudades, desbordando contenidos que rivalizan
por ser atractivos y llamar la atención del navegante, en detrimento de una
buena lectura. Como diría Juan
Carlos Onetti*:
“Mala cosa fomentar la afición a la
lectura entre niños. Cuando los jóvenes lectores sean mayores estarán
indefensos ante la vida, que es ágrafa,
analfabeta y audiovisual”.
Sabemos que ahora el reto para lograr que se lea más es aún mayor pero
si, con todos los distractores del siglo XXI, una inglesa, Joanne Rowling y una americana, Stephenie Meyer, lograron que
niños y jóvenes dejaran el internet y se pusieran a leer, es que no todo está
perdido y que los libros todavía tienen mucho camino que andar y muchas cosas
que contar. Petra LlamasTwitter: @PetraLlamas
Correo:petrallamasgarcia@gmail.com
Youtube: https://www.youtube.com/c/ReflexionesdelaMaestraPetraLlamas/videos
Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 4 de Febrero del 2012
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3 Comentarios
Muy buen articulo
ResponderEliminarHOY, CASI NO HAY LECTORES. NADIE QUIERE TOMARSE LA MOLESTÍA DE PENSAR. SEGURO QUE ESTE ARTÍCULO LO LEAN UN GRUPO MINORITARIO. EL HÁBITO DE LA LECTURA SE ADQUIERE EN EL HOGAR. HOY SON POCOS LOS HOGARES QUE LES INTERESA LEER , EL MUNDO ESTÁ EN OTRA PARTE. HOY QUEREMOS TODO LISTO. NADA QUE NOS HAGA"PERDER TIEMPO" POR ESO TODO LO SACAMOS DE INTERNET. NUESTRA SOCIEDAD LLEGARÁ A UN PUNTO DONDE ATROFIAREMOS POR COMPLETO NUESTRA CAPACIDAD DE PENSAR. HOY DÍA VEO CON PROFUNDA PREOCUPACIÓN QUE LA JUVENTUD YA NO USA LA EXPRESIÓN ESCRITA ADECUADAMENTE. EL LENGUAJE, COMO TAL, TAMBIÉN SE HA PERDIDO. LAMENTABLE.
ResponderEliminarMuchas gracias, Jacqueline por tu inteligente y acertado comentario. Estoy de acuerdo contigo.Un saludo
EliminarGracias por tus comentarios