"Abrid escuelas para cerrar prisiones" Víctor Hugo
Quise utilizar esta frase como título porque me parece excelente y muy significativa, dado los tiempos violentos que nos está tocando vivir.
Pareciera lógico que si se invierte en universidades o en educación, seguramente no será necesario construir más cárceles; no obstante el hecho de que un joven entre a la universidad no implica que termine la carrera, dado que la deserción es muy elevada y no todos terminan sus estudios.
Las razones por las que los jóvenes abandonan sus estudios suelen ser diversas y han sido analizadas y estudiadas para tratar de neutralizarlas y que el alumno acabe su carrera, sin que los resultados puedan convencernos todavía. Entre las más importantes están las socioeconómicas, ya que aunque se les otorguen becas tienen que trabajar para ayudar a su familia y no pueden seguir estudiando.
En otras ocasiones desertan por una mala orientación vocacional que deriva en la elección de carrera equivocada y muchas veces se dan cuenta cuando llevan algunos semestres cursados.
Existen también razones académicas, ya que son alumnos con un bajo aprovechamiento académico, malos hábitos de estudio y que carecen de los conocimientos básicos para ingresar a la educación superior.
En cualquiera de los casos adquiere una gran importancia la función de tutoría en la educación superior como acompañamiento académico del alumno, ya que bien llevada permitirá detectar a tiempo la vulnerabilidad de su tutorando para trabajar con él y evitar la deserción.
Según el pedagogo, Gerardo Castillo: “El buen profesor no se conforma con orientar al estudiante, sino que pretende orientar a la persona que estudia. El tutor de hoy es un entrenador y motivador, que ayuda a cada alumno a comprometerse y concretar metas”.
Los profesores universitarios tienen en su función de tutoría una gran responsabilidad para con sus alumnos. Los jóvenes que desertan, en el mejor de los casos, tendrán un empleo mal pagado por su baja cualificación o pasarán a formar parte de las estadísticas del desempleo y en el peor de los casos, se volverán candidatos al consumo de drogas, actividades delictivas en pandillas o serán reclutados por el crimen organizado, esperanzados en la riqueza fácil o los falsos sueños de poder, porque la violencia que se está viviendo en México lo está propiciando.
Apoyar a los jóvenes para evitar que dejen los estudios y puedan “concretar metas” se debe convertir en una prioridad de gobierno, puesto que en ello va también la seguridad y sobre todo el futuro del país.
Cuando Rubén Darío escribía estos versos en su “Canción de otoño en primavera”: “Juventud divino tesoro ¡te fuiste para no volver!”, lo hacía desde la mirada del maduro que recuerda esa etapa con nostalgia; pero aplicado a las circunstancias que les ha tocado vivir a nuestros jóvenes, suena a triste y desesperanzado lamento.
Los jóvenes deben estar estudiando, preparándose y luchando por una vida mejor, propiciando su propio crecimiento como personas y profesionistas y al mismo tiempo colaborando con el desarrollo económico de su estado y su país y no desperdiciando su juventud en drogas, delincuencia o en guerras estériles, como carne de cañón, movidos por un falso espejismo de prosperidad que jamás llegarán a disfrutar.
La deserción estudiantil supone un costo económico elevado para nuestro país pero es mucho más elevado el costo social porque a quien más lastima es al joven y a su familia ya que en esa huida también deja su seguridad, confianza y autoestima, lo que lo llevará a no intentarlo de nuevo y con ello aumentará la brecha de desigualdad e inequidad en México.
Por cada espacio educativo que se abre, se abre también la esperanza de muchos niños y jóvenes que se alejan de las calles. Por cada espacio educativo que se abre, se abre el espacio a los profesores tutores que conocerán y acompañarán académicamente a sus alumnos para que logren alcanzar sus sueños. Por cada espacio educativo que se abre, también se cierra un espacio en las cárceles del país.
“Educad a los niños y no tendréis que castigar a los hombres”,
decía el filósofo y matemático griego, Pitágoras (s. VI a. C.) Petra Llamas
Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 16 de marzo del 2012.
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