“Hemos levantado
la estatua de la libertad sin haber construido primero la de la responsabilidad”
(Viktor Frankl)
En las redes sociales, el anonimato envalentona a los que no
lo son en la vida real y escudados en el mismo, se dedican a agredir sin freno
a cuanto famoso se atraviesa en su camino.
Si nos asomamos al twitter o a cualquier red social de
un personaje público, el común denominador serán los mensajes llenos de
agresividad y violencia, a grado tal que muchos han optado por cerrar sus
cuentas para no sufrir más ataques verbales.
Según los expertos, esa función de señalamiento ofensivo es propia de lo
que en el argot de internet se conoce como el troll,
unos actuando motu propio y otros contratados para tal fin, en especial durante
la temporada de elecciones.
“Troll es un término noruego que menciona a
una criatura mitológica. Real Academia Española (RAE). El troll es
una criatura malvada y violenta de la mitología escandinava y que vive en el
bosque. Hace algunos años los muñecos troll se pusieron de
moda y se caracterizaban por tener pelos de colores llamativos y caritas
especiales.
Actualmente, el troll es la persona que, escondida en
el anonimato que proporcionan las redes sociales, emite mensajes,
que van desde chistes, que para algunos resultan graciosos, hasta palabras
obscenas e insultos con una gran carga de provocación y
con la única finalidad de dañar el prestigio de algún famoso,
de una empresa o del cualquier otro usuario. Nunca como antes se habían tenido
tan cerca a personas importantes que anteriormente eran inaccesibles y lo
aprovechan para transmitirles sus propias frustraciones y coraje y
en muchos casos cobran por ello.
Estas agresiones provocadas por el troll pueden dejar indiferentes al
resto de los usuarios que empiezan a acostumbrarse a hechos similares con todos
los personajes que son públicos, pero para el
afectado y su familia se trata de algo muy grave puesto que
pone en entredicho su honor y su buen nombre.
Todo el que ha sufrido estas vejaciones conoce la
impotencia y el malestar que provoca la impunidad con la que
se publican, sin que nadie pueda hacer nada porque se interpone, entre sus
derechos y el derecho del que dice tener la famosa “libertad de
expresión” confundiéndola en la mayor parte de las veces con el insulto y
la blasfemia.
Afortunadamente ya son cada vez más los logros que se han tenido en los
tribunales para evitar que la injuria se confunda con la libertad de expresión.
Vienen siendo bocanadas de aire fresco que pueden empezar a limpiar la suciedad
de expresiones similares que se dicen en todos los medios de comunicación y que
se han enquistado con total impunidad en las redes sociales, en donde los temas
favoritos son la homofobia y el racismo y
cuyos individuos meta son los personajes públicos, aunque no escapan a
estos ataques otros que no lo son tanto.
Los medios de comunicación tienen mucho que trabajar al
respecto para realmente ejercer esa libertad de expresión con la
responsabilidad que lleva aparejada la labor del buen periodista.
Sin embargo, aunque en los medios se publican hechos y conductas con
calificativos y opiniones que no siempre responden a pruebas reales, lo cierto
es se puede saber quién es el autor y por tanto también se puede iniciar una
demanda en contra del difamador, cosa que no ocurre en las redes
sociales.
En la famosa era de la comunicación, donde las palabras
debieran utilizarse para construir hermosos diálogos, para expresar bellos
contenidos, para describir obras de arte o para razonar y argumentar, estos
personajes nefastos utilizan las palabras para fastidiar y herir.
En esta época, donde la educación le apuesta todo al
uso de las nuevas tecnologías, debiéramos poner atención en
cómo ayudar a los hijos a gestionarlas correctamente; enseñarles el valor del
diálogo y la asertividad; educarlos para que sean personas valientes y buenas;
aclararles la gran diferencia entre la libertad de expresión y la
ofensa y en especial mostrarles el respeto a la dignidad y el honor de las
personas junto al derecho que los asiste y esa conductas debieran ser la
mismas, tanto en la vida real como en la virtual.
Hay una frase de Carlos Siller que circula por las redes sociales
precisamente y que dice:
“La palabra
tiene mucho de
aritmética: divide cuando se utiliza como navaja, para lesionar; resta
cuando se usa con ligereza para censurar; suma cuando se
emplea para dialogar, y multiplica cuando se da con generosidad
para servir”. Petra Llamas
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El artículo original fue publicado en La Jornada el 25 de octubre del 2013.
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