“Si no quieres perderte en el olvido, tan pronto como estés muerto y corrompido, escribe cosas dignas de leerse, o haz cosas dignas de escribirse”. Benjamin Franklin
Antiguamente nadie se enteraba, de los datos personales de nadie, y mucho menos de sus actividades, a no ser que al interfecto
le diera por contárselo a alguien y ese alguien se encargara de difundirlo en pasillos y reuniones. Antes las noticias se olvidaban con el tiempo, algo así como lo que relata Gabriel García Márquez, en su novela ”El amor en los tiempos del cólera”:
“Eran gentes de vidas lentas, a las cuales no se les veía
volverse viejas, ni enfermarse ni morir, sino que iban desvaneciéndose poco a
poco en su tiempo, volviéndose recuerdos, brumas de otra época, hasta que los
asimilaba el olvido” y el olvido los asimilaba de forma natural y ahí se
quedaban por siempre.
Actualmente ya no podemos decir lo mismo. Sin
importar si se trata de gente de vidas lentas y sencillas, o famosos que están
dispuestos a cualquier cosa por mantenerse en el candelero, todos están
expuestos a aparecer en internet y permanecer ahí por siempre si algún
acontecimiento los captura y los sube a la red. El problema básico es la
delgada línea que separa la libertad de expresión del derecho que tienen las
personas a proteger su privacidad y ejemplos hay muchos.
Sin ir más
lejos, una querida amiga perdió a su único hijo en un terrible
accidente. Aún no empezaba el sepelio y ya todos los medios habían cubierto la
noticia. Lo calificaron de producto de “carreritas” que el joven, drogado y con aliento alcohólico, estaba
realizando con otro coche. Pasado el terrible trance de tener que enterrar a un hijo, leyó esas declaraciones, fruto de apreciaciones
personales de los periodistas, sin que tuvieran sustento en prueba alguna.
La mamá, con su dolor
a cuestas, se dedicó a investigar las circunstancias y los hechos y al final,
con prueba en mano, pudo demostrar que su hijo salía del trabajo, en el turno
de la noche, sin drogas ni alcohol en su cuerpo y que fue víctima del peligroso
juego de carreras que venían realizando dos coches, uno de los cuales lo
impactó mortalmente, sin que su hijo tuviera la culpa. El honor se había
restituido y la familia estaba tranquila; sin embargo, si alguien pone el
nombre de ese joven en un buscador, la noticia sigue apareciendo con los datos erróneos
y amarillistas que proporcionaron los periodistas.
La libertad de
expresión es un derecho fundamental plasmado en el artículo 19 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero hay que especificar que no es ilimitado, ya que termina donde empieza el derecho del otro y ése,
hoy por hoy, nadie lo respeta, así que amparándose en la libertad de expresión se
publican noticias que dañan la honra de las personas y quebrantan la presunción de inocencia o bien le niegan el derecho al perdón cuando
prescribe su falta o ya la pagaron con una condena. Todos sabemos que ahora, una vez que se suben a internet, permanecen por siempre y llegan a cualquier lugar del
mundo.
Por fortuna un buscador tan importante como
Google está empezando a aplicar el "Derecho al olvido", que es el que tiene cualquier persona a que sea borrado de internet todo lo
que tenga que ver con su información personal, misma que pueda ser obsoleta o que viole
alguno de sus derechos fundamentales.
Todo inició en mayo del 2014 cuando
salió el primer fallo a favor del abogado español Mario Costeja, que solicitaba
a Google que retirara una información de 1998 que lo relacionaba con un embargo
por deudas con la Seguridad Social y que ya estaba solucionado; no obstante
seguía apareciendo como si estuviera vigente.
Desde entonces a la fecha, el buscador ha
recibido miles de peticiones y para ello han puesto un formulario en línea
que pueden ser llenado por los interesados. Por ahora sólo aplica en la Unión
Europea. Lamentablemente, aunque
Google la quite, otros buscadores no lo hacen todavía; pero es bueno que se
haya dado un primer paso. Aún son algo
complejos los trámites legales y cada caso será tratado de manera individual,
pero esperemos que el tiempo y el sentido común los agilicen.
Los grandes
diarios del mundo han puesto el grito en el cielo porque consideran que es una
especie de censura, pero, si bien es cierto que la libertad de expresión no debe ser coartada, también es cierto que
no se puede seguir como hasta ahora, divulgando noticias, datos y hechos sin el
cuidado debido y mantenerlos además en internet por siempre y sin que tengan
siquiera una actualización de su estatus.
Resulta
paradójico que los seres humanos hayan creado un producto que va en contra de sus
propios derechos, puesto que internet ni perdona ni olvida.
Jorge Luis Borges
diría: “Yo no hablo de venganzas ni perdones,
el olvido es la única venganza y el único perdón”. Petra Llamas
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Publicado en La Jornada de Aguascalientes el viernes 8 de agosto del 2014.
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