“Nuestra sociedad la
hemos formado con nuestra falta de espíritu; es como si nos la mereciésemos”. Charles
Bukowski (Escritor y poeta
americano)
Los papás de niños pequeños no lo tienen nada fácil. La sociedad en la que les está tocando vivir
está enferma y
todos sabemos que el entorno es muy
importante en la educación. Es una sociedad en la que la tecnología lo invade todo, aislando a los individuos e impidiéndoles una sana relación con los demás.
Por otro lado, los medios de comunicación son más fuertes que nunca y
asumen papeles que no les
corresponde, como el de educadores, investigadores o jueces.
Es una sociedad violenta, consumistas, irreverente y con una escala de valores invertida, donde el tener ocupa un lugar preponderante en
detrimento del ser.
Una de las características más sobresaliente es la violencia que nos rodea. Violencia que muchas veces tiene su origen
en las familias, que se manifiesta en las escuelas y más adelante pasará a las calles o al trabajo. Violencia que otras veces se origina en el tráfico y consumo de drogas,
y las luchas de poder entre bandas
del crimen organizado, situaciones que impactan cada vez
más en la sociedad civil,
imponiéndoles la cultura de la
muerte como un estilo de
vida.
Violencia de
las guerras que
los medios transmiten como si de una película
se tratara, sin importar la crueldad de las imágenes ni
la perturbación que
pueda provocar en los espectadores.
Violencia a través de la miseria y la muerte por enfermedades tercermundistas como el ébola, que
sólo importan cuando llegan a países desarrollados.
Violencia de las televisoras que se pasean pobres ciudades
grabando a los enfermos y muertos tirados en las calles, para
luego transmitir los reportajes como
una hazaña periodística y
sin que dichas televisoras aporten
algo para ayudarlos.
Violencia en las noticias,
en películas o en la publicidad. Violencia activa o pasiva en todas y cada
una de las relaciones humanas.
Es como si las personas hubieran perdido su capacidad
de diálogo y
sólo se comunicaran a través de la agresión.
Lógicamente es muy difícil que en un entorno tan violento se pueda enseñar a los niños a gestionar los conflictos de manera pacífica y es más difícil aún, porque no existen muchos referentes positivos a los que ellos
puedan imitar. En este rubro
los padres tienen
mucho trabajo por hacer, empezando por su propia actuación, evitando las conductas violentas dentro y fuera del hogar.
La otra característica sobresaliente de esta sociedad violenta y
enferma es el consumismo y
la superficialidad que
conlleva. Los padres tienen que
poner mucha atención al asunto porque es posible que lo estén fomentando sin
pretenderlo. No tardarán en observar el vacío existencial que provocan en sus hijos al proporcionarles cosas que no necesitan y que tampoco valorarán por mucho tiempo. Los están
condenando a vivir con la insatisfacción
de un eterno deseo por lo que aún no
poseen. Ese deseo de bienes innecesarios les
proporcionará una seguridad temporal
que después no sabrán cómo obtener de otra manera.
El complejo de culpa, el cansancio, el tiempo que se escatima a los hijos o simplemente un amor mal entendido hace que muchos padres traten de compensarlo con cosas y de
esta manera ellos aprenden desde niños que las cosas pueden ser un premio si lo tienen o un castigo
cuando no lo poseen.
Cosas que
acaban por aburrirlos y
que abandonan casi de inmediato para pedir algo nuevo. Una conducta que aprenden y repetirán en el futuro. Aunque todos sabemos que ningún bien material compensará las carencias
afectivas y la falta de atención
de sus padres.
Actividades como pasear con
los hijos por
un centro comercial atraen más que hacerlo por un parque y los expertos se han encargado de que así sea. Han
diseñado ambientes seductores
y vanguardistas con un clima fresco
y olores agradables, con productos
que parecen obras de arte,
presentados impecablemente, siguiendo al pie de la letra los cánones del neuromarketing.
No es de extrañar entonces que, teniendo a su alcance tantos objetos atractivos,
los hijos les pidan, con o sin berrinche, que les compren algo o que ellos mismos aprendan a comprar sin necesitarlo.
Posteriormente también aprenderán a presumirlo en las redes sociales y de esta manera podrán darse
una importancia que parecen no tener
sin el producto o la marca de moda.
Cuando esos niños crezcan,
ya tendrán asumido que valen en la
medida en que se les da cosas y de
la misma manera tratarán de comprar
el amor de los
demás como lo hicieron con ellos. Las relaciones
afectivas futuras serán como una cosa más y les provocarán la misma insatisfacción porque serán igual
de efímeras. Se convertirán en unos
eternos insatisfechos que
buscarán poseer cada vez más, hasta sentir finalmente un vacío que no podrá llenarse con nada.
La violencia y
el consumismo no
son los únicos elementos que actualmente interfieren con la educación de los hijos, sin
embargo son los más notorios y la mejor forma de neutralizarlos será dedicarles
más tiempo y atención y enseñarles la importancia del diálogo y la comunicación para que, a su vez,
aprendan a escuchar y
entender a los demás evitando con ellos conductas
conflictivas y violentas.
Ayudarles también a formar el criterio para que no puedan ser manipulados por los medios
de comunicación, pero sobre todo darles mucho amor y atención en vez de cosas, para hacerles sentir que valen
por sí mismos y que así, tal como son, se les quiere, que no es necesario
comprarles nada para que ellos lo perciban. El amor y la atención
siempre serán los mejores antídotos
y los regalos más valiosos Petra Llamas
Twiter: @PetraLlamas
Correo: petrallamasgarcia@gmail.com
youtube: https://www.youtube.com/c/ReflexionesdelaMaestraPetraLlamas
Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 17 de octubre del 2014.
1 Comentarios
Muy bueno su articulo maestra, la sigo y me gusta mucho como escribe. Saludos
ResponderEliminarGracias por tus comentarios