“La
diferencia entre lo que hacemos y lo que somos capaces de hacer, bastaría para
solucionar todos los problemas del mundo” Mahatma Ghandi
El ser humano es una criatura social y necesita la aceptación del grupo para sentirse bien, por eso el miedo al rechazo lo hace
adoptar comportamientos que inclusive pueden ir en su contra con tal de integrarse a la sociedad.
Esos comportamientos van desde bajar su perfil para pasar desapercibido, hasta quedarse en su zona de confort y permanecer en la comodidad de una mediocridad que no era parte de su esencia, pero que lo mantiene estable y sin sobresaltos. Todo para ser aceptado y no provocar envidias.
Esos comportamientos van desde bajar su perfil para pasar desapercibido, hasta quedarse en su zona de confort y permanecer en la comodidad de una mediocridad que no era parte de su esencia, pero que lo mantiene estable y sin sobresaltos. Todo para ser aceptado y no provocar envidias.
Una amiga me contaba su promoción en la empresa y el consecuente aumento de sueldo, pero lo hacía en un tono de confidencialidad que ella
justificaba porque no quería provocar envidias.
La envidia es muy mala, me decía,
puede acabar con la carrera de
cualquier persona, porque no soportan el éxito de los demás y ese sentimiento
los une en contra del triunfador. Su
estrategia, me contaba, siempre fue
mantenerse en un bajo perfil. Decía José Ingenieros: “Sobresalir es incomodar. Toda personalidad que destaca molesta la vanidad de la gente que lo rodea y los inclina a la venganza”.
Ese querer pasar
desapercibido, boicotearse a sí
mismo cuando se está a punto de tener éxito,
o al conformismo que empobrece y
aborrega, los
especialistas lo llaman: “Complejo de Jonás”
que es muy parecido al “Complejo de Solomon”,
ya que en ambos casos, el denominador común consiste en adoptar un comportamiento que evita el desarrollo del propio talento por la necesidad de ser aceptados y no provocar envidia.
Es de todos
conocida la famosa pirámide de Abraham Maslow en cuya base se encuentran las necesidades fisiológicas más primarias
como beber, dormir, comer, que una vez cubiertas se anhelan otras de mayor nivel y es en el vértice de dicha pirámide donde se encuentran las necesidades psicológicas y espirituales
a las que aspiramos y que nos hacen sentir realizados.
Y fue Maslow precisamente quien
desarrolló el término de “Complejo de Jonás”
como oposición al término de autorrealización para definir el miedo a la propia grandeza y la huida de nuestras mejores
capacidades.
El complejo de Jonás se basa en la
historia del personaje bíblico que recibió la llamada de Dios para cumplir con la tarea de
predicar en Nínive, pero a Jonás le dio miedo dicha comisión y
huyó en un barco. En medio de una tormenta echaron suertes para ver quién
sería arrojado al mar ya que con
ello se calmaría su furia y Dios
quiso que la suerte le tocara a Jonás,
quien fue tragado por una ballena y
al tercer día fue vomitado. Finalmente cumplió con las instrucciones que Dios le había encomendado.
Esta historia es una buena analogía de la baja autoestima y del miedo a no estar a la altura, por eso huir, esconderse o tratar de pasar inadvertido
se convierte en un comportamiento
habitual, hasta perder todos los talentos
que en algún momento pudo haber tenido y que si se lo hubiera propuesto habría desarrollado brillantemente.
Todos conocemos personas mediocres en las que subyace un hombre inteligente que
se amorcilló porque eso le pareció
más cómodo y conveniente. Según Maslow
el “Complejo de Jonás” no es otra
cosa que el miedo que tenemos a nuestras capacidades
y al éxito que podríamos lograr y
por ese temor, preferimos permanecer
en la zona de confort.
Por otra parte, el “Complejo de Solomon” debe su nombre al psicólogo americano, Solomon Asch, quién en 1951 realizó un interesante experimento con el que
demostró lo condicionados que estamos por la sociedad y la influencia que el grupo puede ejercer en determinado individuos.
En un colegio, Solomon, llegó haciéndose pasar por oculista y les dijo a los estudiantes que haría pruebas de visión, cuando en realidad estaba
tratando de experimentar con la conducta humana. Para ello se puso de acuerdo con un grupo de siete alumnos que debían dar respuestas incorrectas sobre la longitud de unas rayas, mientras que un octavo alumno, ajeno al experimento,
daba respuestas similares, dejándose influenciar
por los otros siete. Solomon resume en esta frase genial el
resultado de su experimento: La conformidad es el proceso por medio del
cual los miembros de un grupo social cambian sus pensamientos,
decisiones y comportamientos para encajar
con la opinión de la mayoría”
Se puede decir
que una persona padece el “síndrome de Solomon”
cuando se comporta de tal manera que evita sobresalir
o destacar en un grupo por miedo a
ser excluido o generar sentimientos
de envidia. Así pues, prefiere seguir
el camino que todos siguen y permanecer
en un cómodo anonimato que le da la seguridad que no tendría si
desarrollara al máximo su potencial. Desafortunadamente
parece que las sociedades prefieren que
la gente sea mediocre, dócil y conformista.
Twiter: @PetraLlamas
Correo: petrallamasgarcia@gmail.com
youtube: https://www.youtube.com/c/ReflexionesdelaMaestraPetraLlamas
Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 10 de abril del 2015.
3 Comentarios
Maestra quiero que sepa que es usted muy querida entre los maestros, casi todos leemos lo que escribe con mucho interés, no vaya a dejar de escribir porque la admiramos mucho. Le mando un saludo respetuoso. Ricardo Esparza
ResponderEliminarSaludos Maestra la sigo leyendo, seguiré leyéndola
ResponderEliminarGracias, Mario, un gusto saber de ti. Saludos cordiales
EliminarGracias por tus comentarios