“Cuando los hombres se ven reunidos para algún fin, descubren que
pueden alcanzar también otros fines cuya consecución depende de su mutua unión”.
Thomas Carlyle
La solidaridad es un valor que forma parte de la esencia del ser humano,
es esa fuerza que impulsa a reunirse con otros para formar un todo en
favor del bien común. No es un acto
de caridad que siempre se da de
arriba hacia abajo, es un acto entre iguales.
El expresidente de Mozambique, Samora
Mache, lo describe perfectamente: “La
solidaridad no es un acto de caridad, sino una ayuda mutua entre fuerzas que
luchan por mismo objetivo”.
Este valor tiene su máximo apogeo
en la adolescencia, que es el
período sensitivo de la solidaridad,
pero hay que fomentarlo desde la infancia
y la mejor manera es el ejemplo y eso aplica para todos los valores. Al ejercitarlo desde temprana edad se tendrá la seguridad de que, aunque sea intrínseco al ser humano,
se fortalezca constantemente para que se viva siempre y en todo momento y no
sólo cuando las adversidades y desastres tocan la fibra sensible de los hombres y los induce a ayudar.
El coronavirus se ha encargado de recordarle
a los hombres la necesidad de solidarizarse con sus congéneres y
hacer un frente común contra la pandemia
y el impacto social que está ocasionando y que seguirá ocasionando por mucho
tiempo. Ahora hay muerte y dolor en
muchas familias, pero también hay desempleo y carencias. Ahora es cuando han salido a la luz las historias más tristes y desoladoras y también los actos más nobles de altruismo y generosidad.
A nivel macro, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, convocó a una reunión de líderes del G20, para que entre todos hicieran propuestas que dieran solución a la problemática que está enfrentando el mundo. Se establecieron tres áreas de acción: la primera y más
inmediata, abordar la emergencia sanitaria. La segunda, atender el impacto
social. La tercera, emprender una recuperación
de la enorme crisis económica que se
está desarrollando. El Secretario General les dijo: “La solidaridad mundial no es sólo un imperativo moral, sino que redunda
en beneficio de todos”, ahora hay que esperar la reacción de los países y
ver si están dispuestos a solidarizarse o simplemente queda en buenas
intenciones sin propuestas ni acción.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS), sin dar demasiados detalles ha
lanzado un estudio llamado, “Ensayo de solidaridad”,
abierto a cualquier país que quiera aportar investigaciones en la lucha
contra el COVID-19, desde el punto de vista tecnológico,
científico, biológico y epidemiológico.
Por el momento están participando los siguientes países: Argentina, Bahréin, Canadá, Francia, Noruega, Sudáfrica, España, Suiza y Tailandia y esperan que otros países se
vayan integrando al proyecto.
A nivel de comunidad hay muchas muestras de solidaridad, deportistas,
artistas y demás profesionales han puesto su granito de
arena para ayudar, sin mencionar a los empleados sanitarios que se han convertido en nuestros verdaderos héroes. No obstante, quiero resaltar la
iniciativa que surgió en Canadá, el “Caremongering”, un término que no existe, que proviene del “scaremongerin” (alarmismo), pero que ya se utiliza comúnmente y que seguramente
terminará imponiéndose en los diccionarios
de todo el mundo, por el impacto que
está teniendo y porque su propósito
apela a los más altos ideales del ser humano: ofrecer ayuda y tranquilidad en tiempos del coronavirus, con la tristeza por las pérdidas y el aislamiento y la soledad por la cuarentena.
El altruismo social pretende neutralizar el alarmismo extremo y el miedo
que paraliza, sin demeritar la gravedad
de la enfermedad.
El “Caremongering” es un movimiento formado por grupos de Facebook que
buscan y atienden a personas vulnerables en esta crisis de salud. Los miembros de estos grupos ayudan a la gente de su comunidad y también solicitan ayuda, creando una perfecta armonía
de reciprocidad que beneficia a todos, pero especialmente a la gente mayor, a los enfermos y
a los que viven solos. Son gestos sencillos, como hacer la compra por
ellos, ir a la farmacia, avisar
sobre las tiendas que están abiertas y los productos
que hay en existencia, además de permanecer
en casa, por supuesto. Este proyecto ha tenido tanto éxito, que cada día crecen más grupos
de “Caremongering” y es que tiene
mucha razón el Dalai Lama cuando dice: “Casi todas las cosas buenas que suceden en el mundo, nacen de una
actitud de aprecio por los demás”
El coronavirus llegó de repente y sin que estuviéramos preparados para
ello. Ha roto todos los esquemas de convivencia,
las formas de consumir, de aprender y hasta nos está obligando a
obedecer a una autoridad que en el posmodernismo ya no era tan respetada.
Nos ha puesto a gestionar un futuro que de pronto se borró de nuestros planes, quedándonos con un presente
incierto que nos asusta y preocupa,
pero dejándonos también algo valioso, la posibilidad
de ayudar al otro. Por eso es que el
valor de la solidaridad debe estar presente para siempre en nuestras vidas,
sobre todo porque los tiempos que seguirán a esta terrible pandemia tal vez sean mucho más difíciles que la propia enfermedad. “Soy un hombre y nada de lo humano me es
ajeno” (Publio Terencio Africano) Petra Llamas
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Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 04042020
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