"Lo que se les dé a los niños, los niños se lo darán a
la sociedad." Menninger, Karl A.
Que
los padres ya no son lo que eran, está a la vista y esta nueva conducta se
empieza a reflejar en la sociedad de una manera alarmante. La palabra “no” que
usaban antes con tanta contundencia y sin complejo de culpa, hoy está mal vista
porque el niño puede traumatizarse y los papás no quieren eso. Sin considerar que la
frustración forma parte de su aprendizaje y al evitársela se está evitando
también su desarrollo equilibrado. A cambio de esto se está formando una
persona impaciente e intolerante que no conocerá lo que es esforzarse por
conseguir las cosas y que además será incapaz de lidiar con los problemas que
la vida le vaya presentando.
En suma, educar a los hijos con excesivo consentimiento es condenarlos a ser adultos sin compromisos, egoístas, agresivos y eternos insatisfechos con poca tolerancia a la frustración.
Anteriormente,
las figuras de autoridad de los niños, que estaban representadas principalmente
por los padres y profesores, eran reconocidas y respetadas. Constituían grandes
modelos a seguir y los límites estaban claros y precisos, al igual que las
reglas y por supuesto que el manejo de consecuencias era incuestionable. Todo
el mundo cuenta como anécdota que papá o mamá los controlaban con la mirada. Los
padres de ahora no quieren ser tan estrictos, prefieren adoptar el papel de
“amigos” y tampoco quieren que sus hijos crezcan con las mismas carencias que ellos
tuvieron de niños.
Sin
embargo, no hace falta ser un experto para deducir que si se educa a un niño
dándole todo lo que quiere para impedir que sufra, éste nunca descubrirá por sí
mismo todo su potencial, fortaleza y capacidad para resolver sus problemas y sortear
los obstáculos, por lo que será muy difícil
que adquiera una adecuada madurez y estabilidad emocional. Hay que recalcar que
el consentimiento es otra forma de maltrato.
Confundir
el amor con el consentimiento es uno de los errores más frecuentes que cometen
los padres en la educación de los hijos. Algunos están tan ocupados en mil
actividades, que lo que menos quieren es aguantar un berrinche o enfrentar sus
chantajes emocionales, por lo que deciden evitarlos dándoles todo sin
cuestionar nada y entonces utilizan la famosa frase de: “hay que darle a los hijos tiempo de calidad” pero que en realidad se
puede traducir por la de: “te doy todo lo
que quieras pero déjame en paz, no me reproches mi ausencia, ni me hagas sentir
mal” esto es especialmente significativo en algunas familias con un alto
nivel socioeconómico.
Que estos padres
echen a perder a sus hijos por darles todo en exceso es muy grave, tanto para el
niño como para la sociedad que será la que sufra las consecuencias; pero que la
sociedad lo justifique y perdone de manera oficial es aún más grave; y esto es
precisamente lo que ocurrió hace unos meses con Ethan Couch, un joven estadounidense de 16 años que,
manejando borracho y con restos de droga en su organismo, mató a cuatro
personas y dejó a otra cuadrapléjica.
Este joven inconsciente, se libró de ir a prisión porque su abogado utilizó en el juicio el termino de “affluenza“ para justificarlo, ya que sus padres millonarios lo educaron sin límites. Esta historia ha sentado un vergonzoso precedente.
Este joven inconsciente, se libró de ir a prisión porque su abogado utilizó en el juicio el termino de “affluenza“ para justificarlo, ya que sus padres millonarios lo educaron sin límites. Esta historia ha sentado un vergonzoso precedente.
El
término fue creado por Jessie O’Neill, que en un libro publicado en 1998
describió lo que definió como “El Ghetto dorado: la sicología de la affluenza”,
donde desarrolla el tema de que los hijos de familias ricas tienen de todo pero
carecen de algo tan fundamental como es la responsabilidad. Este término se ha
puesto de moda a raíz de la actuación de este joven “enfermo de affluenza”.
Por lo que veo, nuestra sociedad
posmoderna relativiza y justifica una vez más cualquier conducta, así que a
partir de ahora, los jóvenes delincuentes, de preferencia ricos, podrán ampararse recurriendo al neologismo de la “affluenza”, ya que fueron malcriados y ello no “les permitió desarrollar el sentido de
responsabilidad y valorar la gravedad de sus actos”, tal como se
dijo en el juicio injusto de Ethan Couch.
A partir de ahora, siempre podrán culpar a sus padres y alegar que no supieron decirles un “no” a tiempo. Lo justo en estos casos, hubiera sido que condenaran, no sólo el joven, sino también sus padres por haber tenido tan mal desempeño.
A partir de ahora, siempre podrán culpar a sus padres y alegar que no supieron decirles un “no” a tiempo. Lo justo en estos casos, hubiera sido que condenaran, no sólo el joven, sino también sus padres por haber tenido tan mal desempeño.
Lo curioso es que en este extraño
juicio, el abogado y la juez, volvieron a comportarse como los padres
consentidores, justificando una conducta y consintiendo una vez más a este
joven, con una sentencia tan benévola. Le enseñaron a seguir sin límites y lo
que es peor, sin consecuencias de su mala conducta. Espero que la juez que
aceptó el alegato y el abogado que lo defendió con un neologismo, sientan una
vergüenza inmensa el resto de sus vidas y ojala nunca pasen por el dolor que
están pasando los familiares de las víctimas.
Ahora resulta que lo que antes se llamaba ser consentido y malcriado, hoy se llama affluenza y sirve además para que la sociedad exonere de sus actos a todos los junior irresponsables. A pesar de todo, coincido con Joseph Joubert:
Ahora resulta que lo que antes se llamaba ser consentido y malcriado, hoy se llama affluenza y sirve además para que la sociedad exonere de sus actos a todos los junior irresponsables. A pesar de todo, coincido con Joseph Joubert:
“Los
niños necesitan más de modelos que de críticos”. Petra Llamas García.
Twiter: @PetraLlamas
Correo: petrallamasgarcia@gmail.com
youtube: https://www.youtube.com/c/ReflexionesdelaMaestraPetraLlamas
Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 24 de enero del 2014.
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