“La discriminación,
el entendimiento incompleto y fragmentario, siempre se encuentran en el punto
de partida del conocimiento humano” Masanobu Fukuoka
Según el diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española (RAE) Discriminar
es: 1. “Seleccionar excluyendo”. 2. “Dar trato desigual a una persona o
colectividad por motivos raciales religiosos, políticos, de sexo, de edad, de
condición física o mental, etc”.
Ahora también habría que agregar
la discriminación por miedo a ser contagiado.
Me contaba una amiga española que lleva más años viviendo en
México que en su propio país, que cuando
empezaba el tema del COVID-19 fue al
supermercado y estando en la fila para pagar, saludó a una conocida, también
española, cruzaron unas palabras y se despidieron. Las dos mujeres que estaban
delante de ella, madre e hija, cuchichearon en silencio y acto
seguido se apartaron como si de una apestada se tratara, además de mirarla
con ojos de pocos amigos. Ella nunca había sentido eso a
pesar de las muchas discusiones en las que tuvo que tomar partido en el tema de
la conquista de México. Se dio
cuenta de que una cosa era discutir diferentes puntos de vista sobre la
historia y otra muy distinta era sentir esa mirada y el acto de alejarse de ella con miedo y asco.
Mi amiga se sintió muy dolida
y no sabía cómo explicar las emociones
tan intensas que ese hecho le causó, pero le sirvió para entender lo que sufren
aquellos a los que se les segrega con acciones
explícitas de rechazo o con la indiferencia
que supone mirar a través de ellos como si de gente invisible se
tratara. No cabe duda que ha sido una gran lección
para los habitantes de esos países que nunca habían sentido la discriminación en carne propia.
Esta insólita discriminación que sufrieron los españoles, franceses o italianos en
el extranjero, ya la estaban sufriendo los asiáticos
en todo el mundo, por lo que no tuvieron más remedio que iniciar una campaña en
redes sociales para combatir la desinformación y la ignorancia, con el
hastag, #NoSoyUnVirus.
Efectivamente, el virus no sabe de nacionalidades,
ni fronteras y está ocasionando
mucho dolor y muerte y un gran sufrimiento emocional, por lo que no es necesario
agregar más daño lastimando a otras personas.
La discriminación tiene mucho de prejuicios,
estereotipos, racismos, nacionalismos, pero también de ignorancia y miedo. La discriminación es irracional, no existe
fundamento para que alguien se sienta más y excluya a otro por la razón que sea. No obstante lo anterior, el COVID-19 nos trajo discriminaciones que no imaginábamos y, por increíble que parezca, una
de ellas es la que está sufriendo el personal
de la salud.
Veía, con tristeza, el video de un
joven enfermero que contaba cómo el conductor de un autobús no lo dejó
subirse, a pesar de que llevaba un buen rato esperando y de que ya se le estaba haciendo tarde para llegar a su trabajo.
Mientras lo contaba, sonreía nervioso,
pero las lágrimas también rodaban
por su mejilla. Se podía notar la impotencia
y el dolor que sentía. Él, que con su trabajo,
tal vez salvó algunas vidas o por lo menos las hizo más llevaderas, fue discriminado y recibió un trato indigno.
Los encargados de cuidar nuestra salud, ahora son estigmatizados,
despreciados y agredidos. Ellos, que llevaban con orgullo su uniforme y se movían sin problema por
toda la ciudad luciéndolo y causando
admiración a su paso, hoy tienen que
quitárselo para salir a la calle. Así que, a la tristeza que les causa el desprecio de los ignorantes, hay que
agregar el miedo a ser atacados,
amenazados de muerte, rociados de cloro, o a que se les impida viajar en transporte
público y por si fuera poco, también viven el miedo a llevar a sus familias
el virus y la muerte.
Ese dolor que sintió mi amiga,
las personas de otras nacionalidades
y el joven enfermero, es el mismo
que sienten todos los que han sufrido discriminación,
es el dolor que provoca que hieran tu dignidad
como persona. Decía Maya Angelou:
“Dignidad
significa que me merezco el mejor trato que pueda recibir”
La palabra dignidad procede del latín “dignus” que significa “valioso”. Es algo intrínseco a la persona y quiere decir que es valiosa por el sólo por el hecho de ser persona, por tanto, cualquier trato humillante o discriminatorio se opone a esa dignidad. Kant distinguía dos clases de dignidad: la “Ontológica” que le era propia al ser humano y la “Moral” que es la que el hombre se gana, en mayor o menor medida, de acuerdo a sus acciones.
Es por ello que, cuando se
dice que la dignidad de la persona es el fundamento de los derechos humanos, se refiere a la Ontológica,
a la esencial, que es la que nos iguala
a todos. Dañar la dignidad de una
persona es lo mismo que hacerle ver que no tiene ningún valor y por eso duele
tanto.
El artículo 1º de La Declaración Universal de los Derechos
Humanos dice:
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”
Es bueno recordar este Artículo y
actuar fraternalmente. Hoy más que
nunca el mundo necesita más empatía,
solidaridad y respeto y menos agresividad, dolor y discriminación. Petra Llamas
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Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 24 de abril del 2020
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