La importancia de ser maestro que evidenció el COVID 19


“El maestro deja una huella para la eternidad; nunca puede decir cuándo se detiene su influencia” Henry adams

Otro año más para festejar al maestro en México, aunque éste año será, sin duda, el más peculiar de todos. Esta fecha fue elegida por el presidente Venustiano Carranza en 1918, para celebrar al maestro, porque no quería que se olvidara la toma de Querétaro por el Ejército Republicano, y la captura del  emperador Maximiliano de Habsburgo. No obstante, otro hecho de más peso hizo que ese día fuera considerado el apropiado para celebrar a los educadores y es que el Papa Pío XII declaró, a San Juan Bautista de La Salle, el 15 de mayo de 1950, patrono universal de todos los educadores, tanto de la infancia como de la juventud.

Este santo consagró su vida a formar maestros que se dedicaban a la enseñanza de niños marginados y de escasos recursos. Fundó la Congregación de Hermanos de las Escuelas Cristianas, que se distinguían por ser laicas, a pesar del origen religioso,  y donde niñas y niños pobres y huérfanos se educaban. Pocas veces se elige una fecha con tanto significado como ésta. Honor a quien honor merece.

Sea cual sea la razón por la que se escogió el 15 de Mayo en México, lo cierto es que la cantidad y calidad de los maestros mexicanos la justifica de sobra. Según cifras de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en 2018 había poco más de dos millones de profesores en el sistema educativo nacional, de los cuales más de un millón doscientos mil maestros son de Educación Básica, mismos que atienden a más de 25 millones de niños. Estos datos, por sí solos, ya nos están hablando del impacto que tiene la labor docente en las familias de México.

Como ya se sabe, la pandemia del COVID-19 obligó a la gente a irse a su casa para minimizar los contagios y las escuelas fueron las primeras en cerrar sus puertas. A partir de entonces empezó un proceso de adaptación que, aunque se ha tratado mucho en los medios, no describe todo lo que están viviendo, padres de familia, alumnos y maestros. Es verdad que el ser humano se adapta a todo y esto no iba a ser la excepción, pero se tenía la esperanza de que el encierro no durara tanto y eso ayudaba un poco a soportar la inesperada carga que se les vino encima y sin previo aviso.

Esa esperanza, de que las escuelas se abrieran y los niños regresaran a clase, se desvaneció con la declaración del Secretario de Educación, Esteban Moctezuma, el pasado 13 de mayo, de que tampoco volverían en junio y lo más probable es que ya no lo harán durante este ciclo escolar. Ahora hay que volver a adaptarse y asimilar que terminarán con clases y exámenes a distancia, por tanto, los padres tendrán que armarse de paciencia y los maestros harán las adecuaciones necesarias a su planificación para reducir las consecuencias que pudo provocar este tipo de enseñanza en el aprendizaje de los estudiantes.

Nadie como los maestros para adaptarse, ninguna profesión ha estado sometida a tantos cambios como la del maestro. Lo peor es que no son cambios propiciados por ellos mismos, sino impuestos por gente ajena a la educación y que tampoco conoce el contexto en el que deben realizan dichos cambios, pero se adaptan. Tienen que lidiar con una enorme cantidad de requisitos y papeleos que le restan energías y tiempo para su labor sustantiva, pero se adaptan. Todo ello mientras la sociedad los critica, los juzgan y condena y a veces hasta los agreden.  

Cuando regresen a clases tendrán que adaptarse de nuevo, porque los estudiantes que atendieron a distancia ya no serán los mismos que llegarán a sus aulas y ellos lo saben. Se convertirán en psicólogos y escucharán con atención a sus alumnos. Tendrán que recuperar hábitos y conocimientos, pero sobre todo tendrán que enseñarlos a vivir en una nueva realidad en lo que a contacto social se refiere. 

Los expertos están muy preocupados con esta situación y ya están desarrollando largas y sesudas investigaciones para decirles cómo hacerlo, pero los maestros  sabrán cómo y a qué ritmo ayudar a sus discípulos a adaptarse a un salón de clases y a un patio del recreo donde el contacto seguramente no estará permitido. Dejemos que sean ellos los que lo  hagan, ya basta de imponerles metodologías y cambios. Son profesionales de la educación. Confiemos en ellos. 

Definitivamente no es fácil ser maestro en ninguna parte del mundo, pero en algunos lugares están mejor considerados que en otros, así que era necesario que alguien o algo, y en este caso fue un “algo” llamado coronavirus, quien pusiera de manifiesto la importancia de su profesión. Nunca jamás se ha valorado tanto su trabajo, nunca se les había echado tanto de menos, nunca ha habido tantos padres arrepentidos por haberlos calificado o tratado mal. Este año no serán festejados, ni tendrán regalos de sus alumnos, ni tampoco les cantarán las mañanitas, pero su prestigio y su labor están por las nubes.

Hay un proverbio japonés que describe magistralmente la importancia que tienen los maestros y que esta cuarentena nos ha evidenciado: “Mejor que mil días de estudio diligente es un día con un gran maestro ¡Muchas felicidades a todos los maestros en su día! Petra Llamas 

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Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 15 de mayo del 2020


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