Quién nos iba a decir que la cuarentena por el COVID-19 nos abriría los ojos sobre lo que realmente vale la pena, sobre todo en lo que a educación se refiere, pero también mostró ciertos problemas que no hubiéramos detectado, sin esa situación.
Fue muy evidente que aún no estábamos
preparados para la educación virtual,
porque, no sólo existe una gran brecha
digital, sino que carecemos de programas
ad hoc y ahora, en plena operación, estamos percibiendo que ni los maestros, ni los alumnos se sienten demasiado cómodos
en este ambiente, pero lo más
importante fue detectar que nuestros estudiantes
han dejado de ejercitar ciertas habilidades que ahora les hubieran
venido muy bien en esta modalidad.
Las
clases virtuales están siendo una buena experiencia y tenemos que
alegrarnos de haber podido utilizar la tecnología
para minimizar el impacto que hubiera ocasionado el carecer de ella. Sin
embargo, esta nueva forma de enseñanza
y aprendizaje nos han decepcionado
un poco, ya que no está cubriendo del todo nuestras expectativas. Tal vez sea
cuestión de tiempo y pronto nos acostumbraremos, pero en lo personal
creo que aún tienen enormes carencias.
Las
nuevas tecnologías son maravillosas y nos han facilitado la vida
enormemente, ya no podríamos prescindir de ellas, pero hay que reconocer que se
han manejado de una manera lúdica y ahora
que se empezaron a utilizar en la enseñanza
a distancia, nos hemos dado cuenta
de que su abuso está disminuyendo
ciertas facultades y habilidades en los estudiantes.
Los expertos en educación y los futurólogos insisten en que no se está educando correctamente a las nuevas generaciones para un futuro incierto, ya que los sistemas educativos siguen anclados a programas y maestros del siglo XX. Insisten también en la necesidad de desarrollar planes y programas de estudio con contenidos vanguardistas e innovadores y dotar de equipamiento tecnológico a las Instituciones de educación.
No obstante, en esta cuarentena nos dimos cuenta de que las carencias más importantes no tenían que
ver con el currículum o las metodologías y que si estamos pensando
en cómo preparar mejor a los alumnos
para enfrentar el mañana, debemos enfocar
nuestras energías en crear hábitos y desarrollar valores.
Los
padres de familia descubrieron, en
este confinamiento forzoso, que tal vez sí faltaba un poco más de rigor en la educación de sus hijos.
Se dieron cuenta de los efectos de una educación
permisiva y laxa y por si fuera poco, detectaron cuántas habilidades habían dejado de ejercitar
sus hijos con tanta exposición a las
nuevas tecnologías. Unas tecnologías
que no nos garantizan ni el aprendizaje
de contenidos, ni el desarrollo de habilidades o valores.
Los
maestros siempre han sabido que a
los estudiantes les hacía falta una
buena formación en casa, como también detectaron que cada
vez llegaban a las aulas con menos habilidades. Habilidades como la falta
de concentración, la poca atención o el poco deseo por estudiar o realizar cualquier esfuerzo.
Además de lo anterior, las nuevas tecnologías, los han acostumbrado a quedarse en lo superficial de los contenidos. Los estudiantes han perdido la capacidad de profundizar en los conocimientos, dejándolos sin herramientas para fundamentar y argumentar y lo que es peor, no están desarrollando el pensamiento crítico. Ese punto se lo dejan a personajes famosos de la red que emiten sentencias filosóficas como si fueran recetas de cocina. Aquí aplica una frase muy buena de Kierkegaard:
“Las personas piden libertad de expresión
como compensación por la libertad de pensamiento que rara vez usan”.
Los
alumnos han perdido también el interés por la lectura y este fenómeno aplica al resto de la sociedad. Siendo como es la herramienta
más importante para acceder al conocimiento,
debemos estar muy preocupados, ya que sin una buena lectura no podrán seleccionar
y procesar la enorme cantidad de información que fluye por la red, para
convertirla en conocimiento.
Por
otro lado, se privilegia la información
que podemos encontrar en internet
sobre la de un libro, información
que a veces ni siquiera es confiable
y en esa búsqueda de contenidos
también han aprendido a plagiar y a
no respetar el trabajo intelectual. A esto hay que agregar la facilidad para distraerse y la pérdida de tiempo. Definitivamente el cerebro
se está volviendo divergente y flojo
con el mal uso de las TIC´s.
No
podemos evitar que las nuevas generaciones crezcan fascinadas con el mundo virtual, y hay que reconocer que puede proporcionarles un mejor aprendizaje; pero es necesario ayudarlos a ejercitar aquellas habilidades
que están perdiendo y sobre todo a que adquieran una serie de valores que definitivamente sí los van
a preparar para el futuro. Los empleadores del presente y seguramente también los del futuro
buscan personas comprometidas, responsables, perseverantes, pacientes,
empáticas, y laboriosas. Los conocimientos
siempre se podrán adquirir, los valores
no.
No es necesario preocuparse por cómo será el futuro para las actuales generaciones, ni qué contenidos enseñarles para que estén bien preparados. Las TIC´s cambian a velocidad de rayo, pero lo que nunca cambiará es la esencia del ser humano, por tanto hay que cultivar las facultades del hombre o la inteligencia artificial nos volverá sus esclavos.
“Todas la pasiones son buenas mientras uno
es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan” Rousseau. Petra Llamas
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Publicado en La Jornada Aguascalientes el 29 de mayo del 2020
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