Educar la voluntad

Si hay algo en nosotros, verdaderamente divino, es la voluntad. Por ella afirmamos la personalidad, templamos el carácter, desafiamos la adversidad, reconstruimos el cerebro y nos superamos diariamente”. Santiago Ramón y Cajal

Hace unos días tuve oportunidad de ver varios programas de TV que siempre había eludido. Es sobre personas que están obesas y luchan por recuperar la salud y bajar de peso. Es impactante ver la situación en la que se encuentran muchos de ellos, su sufrimiento y el dolor físico y emocional por el que atraviesan. Algunos de los que entran en el programa para bajar de peso, lo logran y otros se dan por vencidos sin siquiera intentarlo.

No obstante, de todo el programa, lo que me llamó la atención es la actitud del doctor que atiende los casos. Es interesante ver la seriedad y el profesionalismo con el que trata a sus pacientes. No cae en la actitud fácil de compadecerlos, aunque comprende sus fallos y suele darles varias oportunidades. El doctor exige disciplina en el tratamiento, pero sobre todo fuerza de voluntad.

No importa la cantidad de kilos que hayan podido bajar, siempre retrasa la operación, en la que reducirá su estómago, si no han cumplido con las metas establecidas. Les recomienda que sigan bajando de peso con dieta y ejercicio únicamente. Pone a prueba la voluntad de sus pacientes, porque sabe que si ellos no se esfuerzan, tarde o temprano recaerán en su adicción a la comida, sin importar que les hayan reducido su estómago. No cabe duda que este programa es una apología de la fuerza de voluntad, o por lo menos así lo percibo yo.

Según el diccionario de la Academia de la Lengua, la Fuerza de voluntad es: “La capacidad de una persona para superar obstáculos o dificultades o para cumplir con sus obligaciones” y define la voluntad, entre otras acepciones, como: “Facultad de decidir y ordenar la propia conducta”. 

Son definiciones que apenas alcanzan a describir el poder tan grande que representa la fuerza de voluntad. Yo prefiero la definición que la considera como la capacidad para posponer el placer en aras de uno mayor o como la capacidad de una persona para retrasar la gratificación.

Muchos conocen el famoso experimento “The marshmallow experiment” que realizó, Walter Mischel, profesor de la Universidad de Stanford, a finales de los años 60 sobre posponer la gratificación. En dicho experimento se ofrecía a los niños un malvavisco y se les dejaba elegir entre comérselo o recibir otro malvavisco si esperaban un poco de tiempo. Cuando los dejaron solos, algunos no resistieron la tentación y se lo comieron inmediatamente, otros lo hicieron unos minutos más y otros pudieron aguantar el tiempo suficiente para recibir la recompensa del segundo dulce

A estos niños se les dio un seguimiento a lo largo de 40 años y los resultados favorecieron al grupo de los que retrasaron el placer, encontrándose que tenían mejores resultados en su vida profesional, en el control de adicciones y en todo lo demás. 

Dice un proverbio chino: “Las grandes almas tienen voluntades, las débiles solo tienen deseos”.

Si de voluntad se trata, ninguna oportunidad fue mejor que esta cuarentena, por el COVID-19, para ponerla a prueba. Durante el período que vivimos confinados en el hogar se presentaron múltiples oportunidades para ejercitarla. El trabajo en casa exigía un gran despliegue de fortaleza en todos y cada uno de los pasos que lo componían: desde levantarse a la misma hora, asearse y desayunar hasta ponerse a trabajar, sin que ningún distractor desviara la atención.

Parece sencillo, pero la tentación de quedarse en pijama, de dormir más tiempo o de procrastinar estuvo presente en todo momento y seguramente más de uno se olvidó de la fuerza de voluntad y se tiró a la molicie, trabajando a medias y viviendo también a medias.

No nacemos con esa habilidad, hay que entrenarla continuamente y mientras más pronto se empiece, mejores resultados se tendrá, sobre todo en edades en las que los impulsos están más desbocados

Los niños del siglo XXI tienen muy difícil el ejercicio de la voluntad. Estamos viviendo en una sociedad hedonista que le rinde culto al placer y esos mensajes han calado profundo. Los padres no quieren ver sufrir a sus hijos, ni los dejan vivir frustraciones y mucho menos los enseñan a posponer el placer. Vivimos en  la sociedad de la satisfacción inmediata.

No cabe duda que la cuarentena nos ha evidenciado muchos aspectos que de otro modo no hubiéramos visualizado. Es momento de reflexionar y quedarnos con los positivos. Tal vez ejercitar y fortalecer la fuerza de voluntad deba ser uno de ellos. 

Según Mahatma Gandhi: “La fuerza no proviene de la capacidad física, proviene de una voluntad indomable”. Petra llamas 

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Publicado en La Jornada Aguascalientes el 5 de junio del 20202



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