“…Y que se cuiden los iconoclastas. Ya lo advirtió Jean Cocteau: El riesgo de un destructor de estatuas es convertirse en una” Carlos Monsiváis
El
movimiento “Black lives matter”
inició en 2013 en respuesta a la absolución del capitán Zimmerman, quien un año antes había matado a un joven de color de
17 años, Trayvon Martin, en Florida.
En 2014 el movimiento toma nueva fuerza al protestar por la muerte de otro
joven de color, Michael Brown, a
manos de un policía blanco. Es entonces cuando ya se convierte en una
organización que se ha ido extendiendo por Estado
Unidos, Reino Unido y Canadá.
Esta
organización tiene como finalidad la de terminar con la supremacía del hombre blanco, así como la agresividad que sufren las comunidades
negras por parte de los cuerpos
policíacos y del propio gobierno. Esta organización se ha vuelto más
presente en los últimos años, pero donde realmente ha adquirido visibilidad es
a raíz de la muerte de George Floyd,
en Minneapolis, quien fuera asfixiado por un policía blanco que oprimió la rodilla contra su cuello durante más
de ocho minutos.
Este
cruel y lamentable acto ha generado protestas
no sólo en Estados Unidos, sino
también en España, Bélgica, Reino Unido
y otros países. Protestas que han incluido vandalismo
y destrucción de estatuas de personajes que, a juicio de los manifestantes,
han promovido la esclavitud y el racismo, directa o indirectamente. Entre
ellas está, inexplicablemente, la de Colón,
a quien muchos consideran más un explorador
que un conquistador, pero supongo
que cuando la masa se exalta, la historia brilla por su ausencia.
Sabemos
que los monumentos y las estatuas han sido, desde siempre, una
buena manera de imponer la ideología vigente, por ello son la representación de la historia y de los valores
de una determinada época. Son mucho
más visibles y permanentes que cualquier otra forma de expresión artística, ya
que suelen colocarse en lugares privilegiados,
como jardines, plazas o grandes avenidas.
Las estatuas siempre están
presentes, así que destrozarlas es como
manifestar una destitución simbólica del poder que las mandó erigir en su momento.
La
historia de la humanidad ha tenido muchos ejemplos de esa destitución simbólica,
ejemplos que tuvieron un gran impacto emocional y mediático. ¿Cómo olvidar la
destrucción de las estatuas de Lennin,
Stalin, Saddam Hussein, Khadafi y hasta del mismo Hugo Chávez? Y si nos alejamos un poco más en el tiempo recordaremos que
tal vez el primer destructor de estatuas
fuera Moisés, quién no dudó en
lanzar las Tablas de la Ley, contra el becerro de oro, que era también una destrucción simbólica de la idolatría. Este pasaje está en el Éxodo, el segundo libro de la Biblia.
Juzgar
una historia, que se dio en un contexto específico, con un pensamiento actual es ingenuo y destruir
sus vestigios o quitar personajes de la misma, nos deja sin referentes, buenos y malos, además de
que no arregla nuestro presente.
Lamentablemente el pasado no se
puede borrar y somos lo que somos
como producto de ese pasado.
Sabemos
que la historia la escriben los vencedores, pero con estas agresiones a las estatuas de ciertos personajes, pareciera que la quieren reescribir aquellos que se consideran
los vencidos y si es así, no estaría
mal reflexionar si nuestra sociedad es mejor que la del pasado o si tenemos el suficiente conocimiento y sobre todo la calidad moral para juzgarlo.
Sin
embargo, creo que es necesario revisar
ciertos hechos y tomar la decisión de remitirlas a las salas silenciosas de un museo, únicamente por el valor artístico que tienen y tenerlas como
evidencia de lo que no se debe
volver a repetir. No cabe duda de
que en la historia de todos los países hay pasajes vergonzosos que
fueron inmortalizados en obras de arte, pero que no por ello merecen
seguir en su pedestal y ofender con su presencia los espacios públicos.
Por
otro lado, creo también que este fenómeno de destrucción de estatuas
está muy ligado a la pérdida de identidad de los países en un mundo globalizado,
pero lo atribuyo de una manera especial a la enorme cantidad de migrantes que llegan a países ricos en
buscar de una mejora, misma que no
logran en la mayoría de los casos. Ellos siguen sintiéndose segregados e injustamente tratados,
herederos de aquellos que sufrieron esclavitud,
dolor y desprecio. Muchas estatuas
nunca habían sido cuestionadas y permanecían incólumes decorando los espacios.
Tal vez era necesario que vinieran a hacerlo aquellos que durante siglos tuvieron la rodilla sobre el cuello.
No
obstante, pienso que destruir o mirar tanto hacia atrás nos puede paralizar
y dejaremos de ver lo mucho que necesitamos
construir. Yo lamento que el tema de
racismo y la desigualdad, en el que hay mucho que trabajar, se esté desviando hacia un debate sobre si se
deben destruir o no las estatuas. Es tan espectacular el hecho
que el objetivo principal se está diluyendo. Me gustaría cerrar mi reflexión con esta magnífica frase
sobre la costumbre de mirar al pasado de, Boris
Cyrulnik, neurólogo y psiquiatra
francés:
(…)
Contemplaba tan a menudo ese grabado, que adquirió para mí un valor moral: eso
es lo que ocurre cuando se piensa en el pasado. La sal de nuestras lágrimas nos
transforma en estatuas y la vida se detiene. No vuelvas la vista atrás si
quieres vivir. ¡Adelante. Adelante! “Sálvate, la vida te espera”. Petra
Llamas
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youtube: https://www.youtube.com/c/ReflexionesdelaMaestraPetraLlamas
Publicado en La Jornada Aguascalientes el 3 de Julio del 2020
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