“La raza, eso que tú llamas así, es solamente esa gran pandilla de gente mísera como yo,
legañosos, pulgosos, ateridos, que han acabado aquí perseguidos por el hambre,
la peste, los tumores y el frío, llegados tras ser vencidos de los demás rincones del mundo” Louis-ferdinand
Céline
En
días pasados tuve la oportunidad de ver, en una plataforma digital, la película
mexicana titulada: “Ya no estoy aquí”,
rodada en Monterrey, Nuevo León (México) y dirigida por Fernando Frías de la Parra. Ha sido ganadora del Festival Internacional de cine de Morelia,
además de haber participado en otros festivales nacionales e internacionales.
Me extraña que no haya tenido más premios,
porque es una obra de arte. Yo la disfruté y la valore muchísimo por ser un garbanzo de a libra en el mar de la
mediocridad y superficialidad del
mundo del cine.
El
tema de la película gira alrededor
de las actividades de un adolescente
que pertenece a la pandilla de los
Terkos, en los barrios marginales de Monterrey
y que, a raíz de un problema con narcos, tiene que emigrar a Nueva York, con todo lo que ello
conlleva. Cabe aclarar que los chicos que participan no son actores profesionales. La película está impregnada de cumbias
colombianas que bailan de una forma peculiar,
como si se tratara de un baile
ceremonial. Dicen que es la llamada “cumbia
rebajada” porque suena a un ritmo
más lento y cuya influencia viene dada por la gran migración de colombianos
a Monterrey.
La
película también tiene un ritmo lento, como las cumbias rebajadas, con el que podemos saborear cada escena, cada gesto y los pocos
diálogos con los que cuenta. Es cruel e ingenua; triste y con ciertos
destellos de alegría; es muy real, pero también tiene un componente
de esperanza, o por lo menos eso
quiero pensar. La recomiendo ampliamente, porque conocer ese mundo tan presente
y tan lejano tal vez nos vuelva más comprensivos
y humanos.
Esta
hermoso film vino a mi mente a raíz del
reportaje que vi en la televisión donde se hablaba de una ONG que realizaba tratados
de paz entre los integrantes de diferentes pandillas de Monterrey. Me acordé de Ulises, su protagonista, y de los Terkos, su pandilla. Los
jóvenes entrevistados se sentían muy
satisfechos de firmar la paz con sus
rivales y los vecinos, por su parte,
opinaban que se habían reducido las peleas
y las muertes y se alegraban de
verlos hacer deporte y otras
actividades más sanas, además de que era notorio el cambio de la zona después de estos acuerdos.
Las
pandillas tienen sus códigos, sus reglas, su estructura y
sus lealtades y esa cohesión que las caracteriza está
basada en la amistad, la lealtad y la solidaridad. El grupo les proporciona seguridad y refugio en contra
de las condiciones adversas en las
que tienen que vivir. También les sirve para compensar sus carencias
afectivas, de manera que consideran que con su pandilla es donde verdaderamente se sienten queridos y aceptados tal como son y donde tienen un reconocimiento social.
Es
bueno aclarar que no todas las pandillas son organizaciones delictivas, aunque algunas pueden derivar en ello;
no obstante, una de sus principales dinámicas
es mantener cierta rivalidad con otras
pandillas, rivalidad que los lleva a sostener constantes peleas y
conflictos con los que inclusive pueden perder
la vida. Aquí es donde entra en
juego la Organización: “Líderes unidos
por la paz” y su programa “Nacidos
Para Triunfar” (NPT) según el reportaje de la televisión que tanto llamó mi
atención.
Este
programa pretende apoyar a los jóvenes pandilleros para que realicen diferentes
actividades, principalmente deportivas y
culturales, al mismo tiempo van formándose poco a poco hasta insertarse en la sociedad como individuos productivos. Todo ello mediante
un proceso de toma de conciencia y
diálogo que culmina en la reunión con pandillas
rivales para firmar un acuerdo de paz.
Decía cicerón que “Nunca están los hombres más cerca de Dios
que cuando se emplean en salvar a sus semejantes”.
Es
muy delicado y nada fácil intervenir en
barrios marginales y tratar de modificar
costumbres arraigadas y formas de vida, aunque sea para mejorarlas. La dignidad de las personas está en juego y sólo ellas pueden decidir. Además de todo, hay que restañar las heridas del alma, la soledad,
el maltrato, las adicciones y todo tipo de carencias y eso es una misión para toda la vida; por tanto, si se realiza una intervención habrá que hacerlo de una
manera profunda y darle seguimiento permanente, porque de otro
modo el cambio logrado podría revertirse. Hay que ser muy generoso y valiente para
emprender esta clase de hazañas.
Felicito al director de la película que sacó
a la luz una problemática tan
importante, de una manera tan bella.
Felicito a la organización que se
dedica a mostrarle a los jóvenes otro
camino y a salir de ese círculo vicioso para que puedan
convertir su vida en algo mucho más edificante; y felicito al canal que difundió esta noticia, ya
que por unos minutos inundó de esperanza
y optimismo nuestros corazones e hizo que olvidáramos las noticias de muerte y violencia, con las
que nos tienen acostumbrados, para hablar de tratados de paz entre pandillas.
Según
Buda: “La paz es el resultado de
muchas actitudes, todas estas
fundamentadas precisamente en la caridad,
no entendida como limosna, sino como
amor”. Petra Llamas
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Publicado en La Jornada Aguascalientes el 23 de octubre del 2020
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