Conviviendo con la cizaña


 “No clasifiques a la gente en buena o mala, todos somos a la vez, trigo y cizaña” (Dicho popular)

Últimamente parece que el denominador común de algunos líderes políticos es el de  sembrar cizaña entre sus ciudadanos, el más famoso es Trump, pero no es el único, creando con ello un malestar general y muchos conflictos. Esta situación es especialmente grave en los momentos que nos ha tocado vivir, porque la salud emocional está algo deteriorada por culpa de la pandemia del  COVID-19 y eso nos vuelve mucho más susceptibles. Aunque lo cierto es que la cizaña siempre será dañina, se dé en tiempos tranquilos o revueltos, se dé a pequeña o gran escala.

Yo recuerdo que cuando hice el bachillerato elemental (lo equivalente a secundaria), elegí el área de letras que incluía el latín y el griego y fue precisamente en esta etapa donde un profesor de latín nos descubrió el mundo de “Asterix y Obelix”, historietas inteligentes y divertidas que crearon, René Goscinny como guionista y Albert Uderzo en los dibujos.

 El tema de estas historietas gira alrededor de las hazañas de los habitantes de una aldea gala que no pudo ser conquistada por los romanos. Los habitantes de esta aldea cuentan con una pócima mágica que los hace fuertes e invencibles, por lo que en todas las historietas los aldeanos galos siempre terminan ganando. Se publicaron muchos libros de estos dos personajes, Asterix y Obelix, libros que hoy día son una joya y que no han perdido su vigencia. Mi favorito es el que se titula “La cizaña”

En el libro de “La cizaña” los romanos pretenden dominar a los habitantes de esta aldea gala sembrando cizaña, para ocasionar pleitos entre ellos. El personaje al que le encargan esta tarea se llama, “Perfectus detritus”, y logra su objetivo perfectamente, ya que no sólo hay peleas entre los galos, sino también entre los romanos. Al final, como siempre, los galos terminan ganando. La historia va evolucionando de una manera simpática y caricaturesca, pero muy real, ya que refleja magistralmente las reacciones y conductas humanas, cuando entra en juego la perversa cizaña.

La palabra cizaña tiene cuatro acepciones en el Diccionario de la Lengua española: 1. Planta anual de la familia de la gramíneas, cuyas cañas crecen hasta más de 1 metro (…) y flores en espigas (…) Se cría espontáneamente en los sembrados y la harina de su semilla es venenosa. 2. Vicio que se mezcla entra las buenas acciones o costumbres. 3. Cosa que hace daño a otra, maleándola o echándola a perder. 4. Distensión o enemistad.

Esta hierba ha servido de metáfora para describir el comportamiento de las personas que hacen daño a otras creando chismes o problemas. El móvil casi siempre es la envidia y una de sus herramientas favoritas suele ser la verdad a medias.

La cizaña, en sentido figurado, siempre está presente en nuestras vidas, pareciera que forma parte de la condición humana. Nos la encontramos en el mundo laboral, político o social. Allí donde haya un grupo de personas que conviven, allí crece irremediablemente. Podemos inclusive encontrarla en el Evangelio de San Mateo, donde se relata la Parábola del trigo y la cizaña, en la que el dueño de un campo pide que no arranquen la cizaña, que su enemigo le sembró por la noche, que la dejen crecer hasta la cosecha, donde ésta será quemada y el trigo se irá al granero.

 Las personas cizañeras están al acecho en todo momento, pendientes de los que son mejores que ellos, buscando sus fallos, para magnificarlos, desacreditarlos y finalmente hacerles daño. Hoy día se les llama “tóxicas” y las identificamos perfectamente porque suelen provocar un pésimo ambiente laboral.

Su estilo es acudir con el jefe para intrigar, por lo que le insinúan algunos chismes con la finalidad de lograr un beneficio para ellos o simplemente por el placer de hacerle daño a quien consideran más valioso que ellos. Su toxicidad envenena al jefe y a los compañeros y descompone cualquier equipo de trabajo. Los cizañeros son gente mediocre, con baja autoestima y con un gran complejo de inferioridad.

En los ambientes políticos es donde se da con mayor frecuencia este tipo de conductas tóxicas. Algunos alientan esta toxicidad, porque están convencidos de que la máxima romana, “divide y vencerás”, es la mejor forma de controlarlo todo. No son conscientes del daño que pueden ocasionar, ni miden las consecuencias o tal vez sí y por eso lo hacen. La cizaña de los grandes líderes políticos tiene la misión de manipular y polarizar a la población que gobiernan, por lo que sólo la podemos neutralizar con una educación de calidad. Aquí de nuevo aparece la urgente necesidad de formar en el razonamiento crítico a los estudiantes, para ir creando una ciudadanía pensante.

Sabemos que la cizaña, sea en el sentido real o figurado, resulta difícil de erradicar y que es inevitable la existencia de esta clase de personas que esparcen conflictos por donde pasan, así que sólo nos queda aprender a vivir con ellas, sobrellevarlas en los ambientes laborales y sociales y detectarlas en nuestros dirigentes para no caer en su juego.

No obstante, y aunque nos parezca increíble, la cizaña tiene la misión de sacarnos de nuestra zona de confort, de ayudarnos a ser más conciliadores, de cuidar las relaciones y  sobre todo la de hacernos más fuertes. Petra Llamas 

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Publicado en La Jornada Aguascalientes el 15 de enero del 2021






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