“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento” Viktor Frankl
La frustración es una emoción
que se manifiesta cuando no se cumplen las expectativas
y cuando las cosas no salieron como se esperaba. Este sentimiento va aparejado
a otros como ira, odio, envidia o depresión.
Tolerar
la frustración implica enfrentar estas situaciones que se
nos presentan a lo largo de la vida e ir madurando
con cada una de ellas. Esta actitud puede educarse y desarrollarse en cualquier etapa
de la vida, aunque obviamente es mucho más fácil
durante la infancia. Cabe aclarar
que el grado de tolerancia a la frustración depende de cada persona y también depende de la forma
en que hayan sido educados.
Tolerar
la frustración es considerada una de las habilidades blandas o soft skills, que los expertos señalan que hay que desarrollar y trabajar en cualquiera de los niveles
educativos, pero en educación
superior es un imperativo, ya
que el sector productivo se ha
quejado de que el problema no es que
los egresados estén mal preparados,
porque eso se soluciona con capacitación,
sino que llegan con muy baja tolerancia
a la frustración y enseguida se dan por vencidos. Esto está causando mucha rotación de personal y una gran dosis
de desánimo en los empleadores.
Detectar a
una persona que no sabe gestionar su
frustración es relativamente fácil. Confunden
con mucha facilidad el deseo con la necesidad y esperan con impaciencia que dichos deseos se cumplan a la mayor brevedad, son incapaces de posponer
sus pretensiones. No saben procesar
las contingencias, por muy leves que
sean. Todo les causa angustia,
tienen miedo a la incertidumbre y al fracaso. Sus reacciones
son exageradas, se desmotivan y abandonan las tareas con facilidad. En
el trabajo siempre adoptan un papel pasivo y reactivo, además de estar permanentemente estresadas, con una actitud negativa
y sentimientos de infelicidad.
Aprender a gestionar la frustración permitirá al individuo dejar de resistirse a las dificultades
y elegir una conducta resolutiva, para que se enfoque en el solución y no en los problemas. Es un proceso que debe iniciar en la infancia
y trabajarlo siempre, porque habrá circunstancias en las que se pueda desfallecer y hay que estar preparados. Es válido rendirse y pensar negativamente, de
vez en cuando, pero cuanto antes hay que secarse
las lágrimas y levantarse. “Si te
caes sietes veces, levántate ocho”, dice un proverbio chino.
Educar
la tolerancia a la frustración en los niños supone ayudarlos a realizar una serie de actividades hasta que se conviertan en hábitos, por tanto, la constancia
y paciencia en los padres será muy importante para lograrlo.
Una de ellas es enseñarlos a posponer el placer, no
siempre pueden obtener lo que quieren en el momento en que lo piden, a veces tendrán que esperar y muchas otras ni siquiera lo tendrán.
Los berrinches serán terribles al
principio, pero pronto aprenderán
que no sirven de nada.
Otra de ellas es la perseverancia. Lograr que el niño termine lo que empieza es una lucha que muchos padres no quieren emprender y creen que obligarlo no es pedagógico, así que se lo permiten y con ello sólo logran que
posteriormente se dé por vencido
ante la menor dificultad. Desarrollar el hábito
de la perseverancia los ayudará a encontrar la felicidad que produce la tarea terminada.
Poner
límites a los hijos es otra de las actividades que no pueden
faltar. Los límites le ayudarán a fortalecer
su carácter, a forjar la disciplina que
deben adquirir en casa, que después se les exigirá en la escuela y posteriormente en el trabajo.
Es prepararlos para el autodominio.
Afrontar las consecuencias de una elección. Hay que enseñarles que se verán frecuentemente en situación de elegir y que, con dicha elección, se
pueden equivocar y, aunque es válido
errar, nunca podrán evitar las consecuencias.
Ayudarlos a manejar y comunicar sus emociones. Es
bueno que el niño aprenda a detectar
las situaciones que le producen el miedo,
ansiedad, estrés, o frustración y
saber expresarlas, pero sobre todo aprender
a sobreponerse, no permitir que se
queden anclados en la tristeza, el enojo o la autocompasión.
Otra de las actividades
es la de permitirles que se enfrenten a
situaciones difíciles y guiarlos para que encuentren por sí mismos la solución. Los padres sobreprotectores
que evitan cualquier sufrimiento a
sus hijos, están impidiendo que se
conviertan en adultos fuertes, maduros y felices. Hay
que respetar sus capacidades como personas, porque es la mejor muestra de
que creemos en ellos.
Algo importantísimo es el ejemplo de los padres. Si los hijos ven que sus papás se alteran y caen en la desesperación ante cualquier problema, eso aprenderán, pero si los ven resolutivos, así reaccionará ellos. Hay que enseñarles que no existe una vida libre de problemas, y no siempre saldrán las cosas como ellos esperan, no obstante, la actitud que asuman ante dichos retos, hará la diferencia.
Educar la tolerancia a la frustración en los adultos cuesta un poco más, pero todo es cuestión de hacer lo necesario para lograrlo, va en ello su salud emocional.
Me gusta mucho una frase de Viktor Frankl que dice: “Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio tenemos el poder de elegir nuestra propia respuesta. En nuestra respuesta se encuentra nuestro crecimiento y nuestra libertad”. Petra Llamas
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Publicado en La Jornada Aguascalientes el 26 de marzo del 2021
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