“Exígete
mucho a ti mismo y espera poco de los demás” Confucio
Mucho se ha escrito y
hablado del papel del maestro en el siglo XXI. Nuestros maestros han sido analizados y evaluados
permanentemente. Se les pide determinado perfil
para estar a la altura y se les muestran largos listados de habilidades que deben dominar para ser
eficientes en su desempeño. Los profesores viven un poco desconcertados entre la realidad que les
está tocando vivir y lo que los expertos dicen que deben hacer como docentes.
Todos parecen tener una opinión sobre los profesores y la educación. No es suficiente que expertos de escritorio escriban artículos al respecto, ya hasta los famosos y habladores profesionales se atreven a opinar sobre cómo deben ser los maestro y la educación actual. En estos casos, lo grave no es que no hayan enseñado o desconozcan el sistema educativo, lo grave es que tal vez ni siquiera asistían a sus propias clases cuando fueron alumnos.
Son gente que destroza en 20 minutos el trabajo
del profesor, el de la escuela y el de la educación en su conjunto, aprovechando la difusión que pueden tener sus imprudentes palabras en medios y redes
sociales. Además de todo, el público compra sus palabras y las repite sin analizar.
El profesor y las instituciones
educativas siempre están en la mira,
pero son pocos los estudios, artículos o discursos que se dedican a la importancia de que el estudiante del siglo XXI tenga la responsabilidad, el compromiso y la fuerza de voluntad necesarias para estar también a la altura de
este siglo. Tal parece que el alumno
no tiene que hacer nada, únicamente dejarse
consentir y exigir mucho y de paso, echarle
la culpa de sus fracasos a las clases
aburridas del maestro de turno.
Es entendible que, en el
nivel de básica y un poco aún en el
de Media Superior, los maestros guíen a sus alumnos, ya que están en una etapa de formación, pero es inconcebible y hasta ridículo
que el profesor de universidad desempeñe
el mismo papel. No obstante, estamos
en la era en la que los jóvenes
viven en una eterna adolescencia,
por no decir niñez, de la que se
resisten a salir y los adultos, en
vez de ayudarlos, los mantienen en ese estado de inmadurez, convirtiéndose en los principales cómplices de unas generaciones
que no resistirá la presión de un mundo tan duro como el que les espera cuando salgan de la universidad.
Está bien una metodología práctica y atractiva;
está bien que el profesor se
actualice y utilice las TIC´s en la enseñanza, porque no sólo le facilitará
a los alumnos el aprendizaje, sino que también para él
será más sencillo preparar sus clases.
Es correcto que el maestro sea más cercano y detecte las
emociones de sus alumnos y se adapte
a ellos para apoyarlos. Hasta ahí
todo parece adecuado, pero lo que no
está bien es que al joven no se le
haya responsabilizado de sus actos u omisiones, que no se le enseñe a vivir las consecuencias, que crea que
el profesor lo tiene que entretener
y divertir o es mal profesor, que no
le hayan dicho que es su futuro el
que se está construyendo y que él y
sólo él es el responsable de dicha construcción.
No es el maestro únicamente el que debe modificar su rol, también lo deben
hacer los alumnos, los futuros ciudadanos de un mundo
lleno de incertidumbre. Nadie parece
haberles explicado que hay una élite de
jóvenes que sí se están tomando en serio su educación y serán los que salgan adelante y asuman el liderazgo. Nadie les ha contado que,
todo lo que estudien o en todo lo
que se esfuercen, será para su
propio beneficio. Nunca jamás ha
habido una generación que tenga
tantos recursos a su alcance para aprender y sin embargo, esperan que el maestro, sus padres o la sociedad lo
hagan por ellos.
¿Qué
está pasando? ¿Estamos desatendiendo a nuestros jóvenes
por atenderlos demasiado? ¿Los
estamos perjudicando dejando que se solacen con sus emociones, volviéndolos extremadamente
frágiles y tratando de que el mundo
se adapte a sus necesidades?
¿Realmente estamos formando
correctamente a esos ciudadanos del futuro que tendrán que cargar sobre sus
hombros una gran responsabilidad?,
porque es evidente que habrá muchas cuestiones
que arreglar y mejorar y no creo que
puedan con el paquete si seguimos tratándolos como niños indefensos.
Son jóvenes creativos y con habilidades maravillosas ¿por qué no los ayudamos a crecer proporcionándoles las circunstancias para que fortalezcan su espíritu, el autodominio, la resiliencia, la tolerancia a la frustración y otros valores que serán los que los ayudarán a triunfar? ¿Por qué insistimos en allanarles el camino y hacerles creer que el mundo se ajustará a su medida? Son ellos los que tendrán que adaptarse. Decía el filósofo japonés del siglo XIX, Kakuzo Okakura:
“El arte de la vida radica en un constante
reajuste a nuestro entorno”.
El alumno universitario debe tener un
papel más activo en su propio aprendizaje y en su formación, tienen todo a su alcance, tecnologías, materiales, padres más
comprensivos y maestros más empáticos.
No tienen excusa alguna. Vamos a ayudarlos, exigiéndoles un poco más y sacando a flote todo lo bueno que pueden ofrecer. No sigamos experimentando
con lo que no está funcionando, aún estamos a tiempo. Petra Llamas
Correo: petrallamasgarcia@gmail.com
0 Comentarios
Gracias por tus comentarios