“¡Cuán grande riqueza es
ser hijo de un buen padre!” Luis
Vives
Ya
sabemos la cantidad de literatura que
existe sobre el maestro ideal del siglo XXI y las cualidades de súper
hombre que debe tener, pero vale la
pena recordar que en la educación intervienen tres actores y cada uno de ellos tiene
que realizar su parte: el profesor,
el alumno y los padres de familia. Por lo tanto, hay que tener
claro el perfil del maestro, pero también el del alumno y el de los padres de familia del siglo XXI.
El
profesor debe estar a la altura de los tiempos; el alumno debe hacerse
responsable de su aprendizaje
y poner todo de su parte para lograrlo
y los padres deben educar en casa y cooperar con la escuela
y el maestro. Tienen que formar un equipo sólido para que haya sinergia y trabajen en armonía.
En
general, la actuación de los padres tiene
una gran dosis de buena voluntad y sobre todo hay mucho amor por sus hijos y es con ese amor
con el que actúan casi siempre, perdiendo en algunos casos la firmeza que se necesita para exigirles responsabilidad en el hecho educativo. En muchas ocasiones se
siguen patrones de conducta heredados y en otros se hace lo contrario de los que hicieron los padres con ellos.
Los
padres esperan todo del profesor y
depositan la educación de sus hijos en la escuela, delegando
también algunas tareas que son exclusivas de la familia. No parecen darse cuenta de que los maestros tienen ciertas obligaciones,
pero los padres y los hijos también y todos deben cumplirlas.
¿Qué esperan los
profesores de los padres?
En primer lugar mucha
comunicación.
Normalmente la comunicación entre padres
y maestros es muy buena cuando los estudiantes son aplicados, pero si el alumno
tiene algún problema, ya no se da
con la misma facilidad e inician los
conflictos y con ellos el reparto de culpas. Una comunicación
efectiva puede anticipar ciertas situaciones
y así ambas partes se enfocan en la solución.
Las TIC´s han sido un buen mecanismo
para que esa comunicación sea fluida y permanente, siempre y cuando
no se utilice para criticar o dañar
la fama de los maestros.
En segundo lugar,
congruencia.
Algunos padres inscriben a sus hijos en colegios con cuya filosofía
no coinciden y en otras, se dedican
a denostar todas las normas que establece la escuela. Si no existe unidad de principios y de actuación, la educación
se convertirá en un caos y el más perjudicado siempre será el estudiante en formación.
En tercer lugar, fomentar
el respeto al maestro.
Si el niño ve que sus padres no lo respetan y le quitan autoridad, él hará lo mismo, perdiendo
con ello al mejor aliado que pueden
tener en la formación de su hijo. Por ello es tan importante que
conozcan al profesor, que hablen con
él periódicamente y que no sólo lo respeten, sino que enseñen a su hijo a hacer lo propio.
En cuarto lugar,
esperan que los padres valoren la educación y le den la importancia que tiene,
para que su hijo también lo sienta
así. Por ello, es primordial proporcionarle los útiles necesarios; un lugar
específico para estudiar; apoyarlos en el estudio o las tareas; evitar
que falten con frecuencia a la escuela o, en el peor de los casos, evitar
que la abandonen.
En quinto lugar, los
padres deben participar e involucrarse en las actividades que organiza la
escuela:
reuniones, conferencias, actividades recreativas etc. ya que con ello el niño también se involucrará y adquirirá un sentido de pertenencia que le será muy útil para adaptarse al centro escolar.
En sexto lugar,
esperan que los padres les enseñen a sus hijos buenos hábitos y valores y sean niños educados, ordenados y respetuosos con las autoridades y con sus propios compañeros. La función del maestro es meramente
pedagógica, aunque también refuerce dichos hábitos y valores, pero
si el niño no ha sido educado en
casa, la tarea del profesor se dificulta enormemente. De ahí la importancia de que haya congruencia entre escuela y familia.
En séptimo lugar, los
profesores desearían que los padres enseñaran a sus hijos una serie de
actividades informales
que ahora pretenden que sea la escuela
la que lo haga y el profesor ya
tiene bastante con el extenso programa
que le toca enseñar. Por ello sería ideal
que los padres llevaran a su hijos a
visitar museos, ir a conciertos, enseñarlos a cocinar, que sepan ahorrar y administrar su ahorros, que vayan de excursión al campo y valoren y cuiden de la naturaleza, que lean, aprendan a relajarse
y una larga serie de actividades con
las que, bien organizadas,
adquirirán unos aprendizajes invaluables, además de que crearán lazos afectivos muy fuertes entre padres e hijos.
La
pandemia ha ido devolviéndole a los padres ciertas funciones que ellos habían depositado en la escuela, ahora hace falta que sigan trabajándolas y no se desentiendan
nunca más de ellas. Por ahora lo están haciendo muy bien y con ello están evidenciando
que sin el equipo padres-maestros,
nuestros niños no hubieran podido lograrlo.
Finalmente puntualizaré que, así como
hay profesores ideales del siglo XXI,
también hay padres ideales del siglo XXI
y su tarea es tan importante que no
pueden darse el lujo de delegarla ni
en el maestro ni en la escuela y hoy menos que nunca. Petra Llamas
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Publicado en La Jornada Aguascalientes el 9 de Abril del 2021
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