“La lectura es como el alimento, el provecho no está en proporción de lo que se come, sino de lo que se digiere”. Jaime Luciano Balmes
Cuando
el gobierno mexicano puso en su
página oficial que los jóvenes de 18 a 29 años ya podían registrarse para la vacunación contra el COVID19, ocurrió un fenómeno que no
debía de sorprendernos, aunque sí preocuparnos. Una de las preguntas del
registro era si te encontrabas en estado de postración ya que, de haber sido así, hubieran tenido que ir a vacunarlos a su domicilio.
Esta
pregunta ocasionó un pico de búsquedas en Google
y se volvió tendencia en pocas
horas. Los memes, por la ignorancia de esta generación que no sabía el significado de “postración”, no se hicieron esperar. Menos mal que la creatividad e ingenio aún están intactos, al igual que la capacidad para burlarse con imágenes y frases
graciosas de una situación tan triste.
No
obstante, ahí no paró la cosa, ya que también los medios quisieron comprobar si era cierto que no conocían la palabra
“postración”, por lo que salieron a
la calle en busca de jóvenes en ese
rango de edad para entrevistarlos. Si fue triste
enterarse de que la palabra postración
era un misterio para ellos, resultaba aún más triste la pobreza del lenguaje con
la que lo expresaban.
Definitivamente
las autoridades, educadores, padres de familia y los propios estudiantes, tienen que abrir los ojos ante el estado de la educación actual y después de reírse un rato y comentar esta “anécdota” en charlas sociales, se tendría que revisar una vez más si se le está dando la importancia debida a la herramienta
más importante para acceder al conocimiento: la lectura.
Aquí
el problema no es la palabra “postración”, ésta sólo fue una evidencia más de la baja calidad con la que están pasando los estudiantes de un nivel a otro, la cuestión aquí es que la educación se está enfocando en temas
secundarios y parece estar perdiendo
el norte de su verdadera función.
“¡Qué pedagogos éramos cuando no estábamos preocupados por la pedagogía!” diría el escritor francés, Daniel Pennac.
Es
cierto que los jóvenes de ahora
viven en un contexto muy diferente, que
nadie pudo prever, ni siquiera los
que piensan la educación, pero si de algo disponemos es de evidencias sobre el bajo nivel
en lectura de comprensión, y de la pésima expresión oral y escrita de nuestros estudiantes y egresados, a pesar de lo mucho que “leen” y “escriben” en
las diferentes aplicaciones y redes sociales.
Está
bien que haya nuevas tecnologías que
faciliten la enseñanza y el aprendizaje; está bien que se trabaje
en la innovación y la creatividad, aunque sin perder de vista
que es la lectura la que las
alimenta; y hasta está bien que los pensadores
de la educación redescubran a Rousseau. Creo que siempre estará bien
todo lo que ayude a que las nuevas
generaciones aprendan. Lo malo es que lo que se ha hecho hasta ahora no está funcionando y nuestros alumnos
tienen una enorme pobreza en el lenguaje,
con un reducido número de palabras en su vocabulario y que difícilmente podrán acceder al conocimiento
si no entienden lo que leen.
Los resultados del Programa Internacional
para la Evaluación de los Alumnos (PISA)
que se aplica cada tres años y mide las habilidades
de los alumnos de 15 años, en 2018, arrojó resultados alarmantes,
ya que en Latinoamérica el 79% de
los estudiantes quedaron en el lugar
mínimo de competencia en lectura y
México, concretamente, retrocedió de 422 puntos en el año 2000 a 420 en 2018. Por si
fuera poco, el nivel socioeconómico,
que se medía por primera vez en ese año, dio como resultado una diferencia de 81
puntos entre los avanzados y desfavorecidos. Es triste que la lectura
sea también una asignatura pendiente
entre los estudiantes con menor
poder adquisitivo. Estos resultados
debieran ser razón más que
suficiente para dedicarle mayor atención
a la comprensión lectora.
Leer no es sólo seguir con los ojos una serie de palabras, es analizar, decodificar y procesar la información
que transmite el escrito. Es ser
capaz de establecer un diálogo con el
texto; construir a su vez conocimiento
y ordenar las ideas y el pensamiento. La
lectura además enriquece la imaginación, la inspiración y por supuesto el vocabulario
y facilita asimismo la comunicación
al mejorar la expresión oral y escrita.
Como bien diría Pablo Neruda: “Los libros que te ayudan más son los que te
hacen pensar más. La forma más dura de aprender es con la lectura, pero un gran
libro de un gran pensador es un barco de pensamientos profundamente cargado de
verdad y belleza”
Creo
que no debemos escandalizarnos, ni burlarnos, porque los jóvenes no conozcan el significado de
la palabra “postración”, debemos avergonzarnos de haberles fallado, de no haberlos educado con el mismo ahínco y tesón que
se educaron a las generaciones anteriores; debemos avergonzarnos
de no haber respetado su inteligencia y haberles exigido de acuerdo a la misma. Por
ello, cuanto antes hay que enmendar
las graves fallas que se están
teniendo en educación y entre ellas
la más importante es la deficiente lectura
de comprensión. Es imperativo, pues, ponerlos a leer, a reflexionar y a pensar sobre lo que leen.
“La lectura es para la mente lo que el ejercicio es para el cuerpo” Joseph Addison
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Publicado en La Jornada Aguascalientes el 30 de julio del 2021
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