“A menudo las
dificultades preparan a la gente ordinaria para un destino extraordinario” C. S. Lewis
Volver a clases presenciales era una de
las actividades más deseadas por maestros, padres de familia, alumnos
y autoridades durante el confinamiento. Todos eran conscientes de que
las clases en línea no tenían el mismo impacto en el aprendizaje
del estudiante y la calidad de lo poco que aprendieron dejaba
mucho que desear. Hay niveles escolares y carreras donde esto fue
especialmente grave y esperemos que no tenga consecuencias en su
futuro desempeño como profesionales. Seguramente se está analizando esta
problemática y seguramente se implementarán medidas para corregirla,
o por lo menos es lo que me gustaría, pero no hay que quitar el dedo del
renglón, por si acaso.
No obstante, ante el anuncio del regreso
y, para sorpresa de todos, hubo cierta resistencia. Desde luego que el
miedo al contagio era una de las principales razones, aunque no
la única.
Los padres, maestros y alumnos
ya se habían adaptado al brutal cambio que supuso tener que quedarse en casa
y trabajar en línea y ahora les pedían volver a la normalidad, lo
que suponía otro cambio más. No cabe duda que esta pandemia nos
obligó a todos a adaptarnos al cambio en muchos aspectos de nuestras
vidas y los niños y jóvenes no fueron la excepción.
Ahora que
ya volvieron a las aulas, además de cuidar los protocolos de
salud y de distancia, los cuales también incluyen que los maestros
estén vacunados por el bien de los alumnos, de los compañeros
y de sus propias familias, hay que enfrentar grandes desafíos en
el aspecto emocional. Los alumnos que regresaron a las aulas
no llegaron como otros años, vienen con ciertas problemáticas psicológicas o
experiencias traumáticas, unas más graves que otras, a las que hay que encarar
y canalizar si queremos que la enseñanza y el aprendizaje
sean exitosos.
Las autoridades educativas ya tomaron cartas en el asunto mucho
antes del inicio de clases presenciales y estuvieron ofreciendo a los
maestros un sinfín de cursos que les proporcionaron los recursos
necesarios para abordar los problemas emocionales de los alumnos, padres
de familia y de ellos mismos como maestros. Es una realidad que todos
quedamos algo dañados con el difícil contexto de pandemia que nos
tocó vivir y que lamentablemente aún no acaba y lograr que maestros y
alumnos se sientan motivados no parece una empresa nada
fácil.
Los expertos recomiendan como primera estrategia crear un ambiente
sereno, sin grandes aspavientos ruidos o gritos, dejando las dinámicas
demasiado escandalosas y recurrir a actividades tranquilas
y de ser posible con música del barroco de fondo. Sé que muchos maestros
están contentos del reencuentro con sus alumnos, después de haber
trabajado de manera virtual y tal vez han planeado clases lúdicas
y novedosas, pero hay que esperar un poco y mejor proporcionarles rutinas
y situaciones predecibles. Las necesitan y sin duda les proporcionará
una gran seguridad.
En segundo lugar, ya que los maestros han recibido capacitación para contener las
emociones de sus alumnos y las propias, sería pertinente detectar el nivel de ansiedad
de los estudiantes y actuar en consecuencia. Una amiga me contaba
que su hijo está obsesionado con los contagios y llora y se
preocupa por sus padres, hermanos y por él mismo, ya que cree que
se morirá él y sus seres queridos. Esto puede parecernos dramático, pero
se da con mayor frecuencia de lo que imaginamos sobre todos en niños
extremadamente sensibles. Los maestros deben estar alerta y
allegarse de herramientas que les ayuden a detectar el miedo y la
ansiedad. Una de ellas, muy eficaz sobre todo con niños pequeños, es el dibujo
proyectivo
En tercer lugar, si bien es recomendable que los alumnos y maestros hablen
de sus experiencias traumáticas, conviene no caer en una histeria
colectiva, ni regodearse con las desgracias que vivieron o
escucharon, y guiarlos para que lo enfoquen de una manera positiva,
como una experiencia de la que tal vez hayan obtenido alguna enseñanza. Es
una forma de empezar a sobreponerse y educarse en una visión
más optimista de la vida. Los medios ya nos machacan suficientemente
con morbo, asesinatos y desgracias. Todos sabemos que las emociones
negativas son contagiosas, pero también las positivas, por
tanto hay que crear un ambiente de alegría y optimismo en los salones de
clase.
En cuarto lugar, ya que las emociones de todos están a flor de piel, hay
que aprovecharlas para ayudarlos a salir de sí mismos y que empiecen
a mirar a los otros. Es un momento propicio para trabajar la
solidaridad y el altruismo; tienen que aprender también a escuchar y
a interpretar los mensajes verbales y no verbales de sus compañeros,
para poder apoyarlos de mejor manera. Nada es más efectivo y gratificante
que ayudar a los otros, para ayudarse a sí mismo.
La salud y el
bienestar emocional de alumnos y maestros en este regreso a clases son de suma
importancia. Guiarlos en su autoconocimiento y
hacerlos conscientes de sus emociones será un aprendizaje que les
servirá el resto de su vida, pero sobre todo hay que infundirles el júbilo y
la esperanza que tal vez creyeron perdida durante el encierro forzoso. Einstein tiene una frase
que me gusta mucho:
“Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutia, una lenta
agonía. Sin crisis no hay méritos”
Twitter: @PetraLlamas
Correo:petrallamasgarcia@gmail.com
Youtube: https://www.youtube.com/c/ReflexionesdelaMaestraPetraLlamas/videos
Publicado en LJA el 01de octubre del 2021
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